Conferencia pronunciada en la Feria del Libro de La Paz, Bolivia.
19 de agosto del 2010.
Sucesivos viajes a los distintos países iberoamericanos me han permitido conocer a numerosos autores y sus respectivos libros que después he leído en la soledad de mi escritorio para recrearme con sus cuentos, poemas y leyendas. En todos los libros de América Latina hay temas en común. Somos herederos de una misma cultura de manera que nuestra identidad se caracteriza precisamente por esa diversidad. Fruto de mis investigaciones literarias, escribí el libro Historia de la Literatura Infantil en América Latina que se presentó en el mes de febrero del 2010 en el marco del Primer Congreso Iberoamericano de la Lengua y la Literatura Infantil y Juvenil desarrollado en Santiago de Chile.
A este Congreso asistió una gran cantidad de público en su mayoría escritores, editores, investigadores, profesores y bibliotecarios que procedían de España y toda Iberoamérica. Fue una hermosa experiencia y una ocasión única para conocernos más e intercambiar ideas en torno a la importancia de la literatura infantil como vehículo para formar en la escuela de la sensibilidad, la inteligencia, el idioma, la afectividad y el espíritu crítico.
Nuestro Congreso se vio interrumpido por el terremoto que asoló nuestro país e impidió la noche de clausura, pero por otro le añadió un componente humano que no estaba previsto. Los escritores tuvieron que regresarse a sus países muy impactados por la experiencia vivida, pero a la vez conscientes de que el Congreso fue un evento fundacional y una notable experiencia humana que a todos nos enriqueció. Además, en sus maletas iban dos libros que se presentaron en las jornadas: mi Historia de la Literatura Infantil en América Latina y el Gran Diccionario de Autores de la Literatura Infantil Iberoamericana que reúne a los principales autores de libros infantiles y juveniles de nuestro continente. En cada país, un especialista escribió las fichas de los autores con una reseña biográfica, una bibliografía y un comentario crítico de las obras fundamentales. Este libro, coordinado desde Madrid por el investigador Jaime García Padrino, da pauta para que en cada país los distintos mediadores de la lectura puedan perfeccionarse y a la vez incentivarse para nuevos trabajos de investigación.
Para escribir mi libro, tuve siempre de modelo a la escritora española Carmen Bravo-Villasante quien fue mi maestra en España, cuando estaba estudiando el Doctorado en Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid en el año 1997. Allí, en el Instituto de Cultura Hispánica de la avenida Séneca, tuve la oportunidad de conocerla casualmente en una de sus conferencias a la que llegué por equivocación. De inmediato, al escucharla hablar, quedé cautivado por su personalidad y sus conocimientos en torno a la literatura infantil. Fascinado por un tema que desconocía completamente, seguí sus cursos ya que ella fue pionera en los estudios de la literatura infantil iberoamericana. Ella formó a los principales especialistas de nuestro continente y nos animó a que recopiláramos información, formáramos nuestras propias bibliotecas de libros infantiles iberoamericanos y formáramos a su vez a los futuros profesionales del libro infantil, a maestros, escritores, ilustradores y bibliotecarios.
La escritora falleció en Madrid en 1994 pero su espíritu nos acompaña cada vez que hay un encuentro en torno a la literatura infantil. Siempre la recuerdo por su fuerza y energía y por los buenos momentos que pasé a su lado, en su biblioteca, estudiando y analizando cientos de libros infantiles tanto antiguos como modernos que pasaron por mis manos, ya que elaboré un Catálogo de Libros Infantil Antiguos para una exposición itinerantes por varios países europeos y catalogué toda su obra. Luego, cuando regresé a Chile escribí una Historia de la Literatura Infantil Chilena que se publicó en editorial Andrés Bello en 1982, impulsado por su iniciativa. Este libro comprende un panorama de los libros infantiles en Chile desde la época pre hispánica, pasando por la Colonia hasta el día de hoy. Ha sido un material especialmente útil para profesores y profesionales de la lectura que quieran interiorizarse en torno a los autores que han abordado el género en Chile y a sus temáticas. Luego, en el año 2009 se hizo una reedición revisada y ampliada de esta obra en la misma editorial, que incluye esta vez material gráfico y una completa bibliografía sobre el tema.
Otros autores en nuestro continente han comprendido también que es necesario realizar estos estudios críticos como ha ocurrido en México con la Historia y muestra de la Literatura Infantil en México de Mario Rey que contiene antecedentes de la literatura infantil en México desde la época azteca hasta la actualidad.
Del mismo modo, en Guatemala, la escritora Frieda Morales Barco, formada en Brasil, en la Universidad Católica de Río Grande del Sur, ha escrito una interesantísima Historia de la Literatura Infantil en Guatemala con especial énfasis en el punto de vista sociocultural. El libro se titula Han de estar y estarán, Literatura Infantil en Guatemala, una propuesta sociocultural. La expresión “Han de estar y estarán” apunta a una vieja fórmula que se utiliza en Centroamérica para iniciar a contar un cuento.
Todos estos ensayos históricos en cada país tienen de común denominador la idea de que en todas las culturas, ha habido una transmisión oral de padres a hijos. Y que antes de la llegada de los conquistadores españoles o portugueses a nuestro continente, ya existía una tradición cultural muy rica que subsiste en forma de mitos y leyendas.
Identidad cultural
Hay un mito de origen maya según el cual, los seres humanos descienden del enfrentamiento de dos serpientes, encarnación del bien y del mal. Ya las madres aztecas y mayas relataban a sus hijos estas historias y los mecían con canciones de cuna en lengua nahuatl que han sido recogidas por los sucesivos investigadores. Del mismo modo que se han recopilado los mitos de los pueblos originarios en un intento de valorizar las narraciones que se relataban en la antigüedad.
Uno de los libros más interesantes es el Popol Vuh, libro sagrado de los mayas que recopila varias leyendas de la civilización maya al sur de Guatemala y parte de Centroamérica. Muchas de estas historias reflejan la idiosincrasia y modo fantástico de interpretar la vida y de los fenómenos incomprensibles de la naturaleza de parte de los antiguos. Todos estos mitos fueron escritos en papel de higuera silvestre con el sistema de escritura de los mayas y transmitidos de generación en generación en el interior de la vida familiar en el mundo maya.
Hoy día, hay en toda América una valoración de estos relatos fantásticos de los pueblos originarios, como una manera de conectar al niño de hoy con sus propias raíces. Así lo vemos en este libro titulado precisamente Popol Vuh que recrea el mito de origen del pueblo maya quiché. Este libro pertenece a la editorial Amanuta, una editorial chilena que se ha especializado justamente en editar mitos y cuentos de los pueblos originarios de América.
Otro ejemplo de la misma editorial es La Niña de la Calavera basado en un relato mapuche que tiene de protagonista a una joven mapuche con su atuendo de plata y en medio del volcán, las araucarias y la cultura vernácula. Esta clase de libros muy bien editados se inspiran en relatos originales de las etnias de todo el continente y son comunes a prácticamente todos nuestros países. Todos estos relatos circularon en América en lenguas originarias entre nuestros niños porque los pueblos primitivos, especialmente los aztecas, incas y mayas, tenían una especial preocupación por la educación infantil. Los sagrados códices de los aztecas están llenos de pensamientos muy finos en relación con la educación de la infancia, lo que prueba que en el mundo indígena ya había una sensibilidad para educar a los niños y niñas en la tradición de los antepasados.
El calafate es otro de los relatos que recoge la editorial Amanuta. Es la leyenda de un fruto que crece en la Patagonia, al sur del mundo. Quien lo come siempre regresará a Tierra del Fuego. El relato recrea esta creencia ancestral del tiempo de los indígenas tehuelches junto a unas originales ilustraciones de Pamela Valdivia, una joven ilustradora chilena que hoy día hace su carrera en Barcelona.
Cuando llegan los europeos, traen sus propios relatos y desde luego, sus libros, pues en el mundo americano, los cuentos circulaban por tradición oral o bien estaban escritos en lengua nahuatl o azteca en papel de higuera silvestre. Se produce entonces un sincretismo cultural, ya que a los mitos y relatos americanos se superponen los cuentos de tradición europea relatados además en lengua española o portuguesa. La superposición de ambos mundos y de ambas razas da por resultado un rico entramado de relatos que se mezclan y se superponen.
Periodo colonial y republicano
Durante toda la época de la colonización se trajeron de España unas tablas pintadas para enseñar a leer. En las tablas estaban las letras del alfabeto. Los profesores españoles sentaban a los indígenas en círculo y de esta manera les enseñaban a leer, tanto a adultos como a niños. Las primeras frases para ejercitar por lo general estaban relacionadas con las oraciones piadosas, ya que la enseñanza estaba consagrada principalmente a las órdenes religiosas de sacerdotes dominicos, jesuitas y mercedarios.
Luego vienen los abecedarios con ilustraciones de niños europeos muy distintos a los niños mestizos que leían esos mismos libros. Eran libros bellos impresos en España que tuvieron enorme difusión en América, especialmente durante el siglo XIX. Durante esta época, los libros infantiles son didácticos y educativos. Presentan a niños modelos y tienen casi siempre un ideal moralista, religioso y patriótico. La editorial española Calleja, de don Saturnino Calleja, difunde los cuentos clásicos en versiones adaptadas para los niños de habla hispana, tanto en España como en Latinoamérica. Son libros muy bellos que a menudo venían en cajitas de lata o pequeños estuches para estimular el disfrute y el coleccionismo.
Simultáneamente circulan cuentos orales de procedencia española que se afincan en nuestro continente como los famosos cuentos picarescos de Pedro Urdemales. En Guatemala, el escritor Ernesto Mérida recrea unas sabrosas anécdotas campesinas protagonizadas por este pícaro que recibe nombres diferentes en cada país, llamándose Pedro Urdemales, Pedro Rimales, Pedro Urdimal o Pedro Ordimán. Pedro Malasartes es un personaje común en nuestro continente.
Figura de origen hispánico, el personaje tiene su raíz en el pícaro burlador del siglo XVII español. Este genio de mil artimañas con su sombrero de paja y sus pantalones amarrados a la cintura con un cordel, vive en nuestros pueblos enredando con sus embustes a los cautos. En muchos de estos libros infantiles latinoamericanos figuran algunas de estas graciosas anécdotas populares que divierten a los niños conectándolos a la vez con nuestro rico acervo cultural. El personaje desapareció en la tradición ibérica pero se quedó en nuestro suelo americano formando parte de muchos libros infantiles latinoamericanos que recogen cuentos campesinos del siglo XIX.
Los precursores
Durante las últimas décadas del siglo XIX y comienzos del siglo XX surgen en toda América Latina los grandes pioneros de la literatura infantil que van a cambiar la sensibilidad y el modo de escribir. Unos de los más sobresalientes es Rubén Darío, 1867-1916, autor nicaragüense que viajó a Chile siendo muy joven y aquí trabó amistad con Pedro Balmaceda Toro, hijo del presidente José Manuel Balmaceda, quien lo introduce en el ambiente refinado del palacio presidencial y de los palacios de las familias aristocráticas chilenas. Rubén Darío se impregna de una atmósfera sensual, sofisticada y afrancesada para crear su libro Azul, publicado en Valparaíso en 1888. Este libro refinado va a marcar un nuevo estilo en idioma castellano.
El libro inaugura el movimiento literario llamado Modernismo que rinde culto a la sensualidad del idioma, a la fantasía y a la belleza de las imágenes. Castillos legendarios, hadas, príncipes encantados pueblan el mundo de Rubén Darío en una serie de cuentos y poemas impregnados de sensualidad exquisita.
Rubén Darío puebla sus cuentos de hadas y ondinas con elegancia en el idioma castellano. Su libro Azul es muy bien recibido en España y renueva la poesía española inspirando a Juan Ramón Jiménez y a Antonio Machado que escriben tocados por un movimiento afrancesado, cosmopolita y exótico.
Su poema Margarita dedicado a Margarita Debayle es un clásico de la poesía infantil latinoamericana y ha sido recitado hasta el día de hoy por muchas generaciones de niños que se inician en el mundo de la poesía de la mano de este poema bella y sensual.
Otro gran precursor es José Martí, (1853-1895) el escritor cubano que creó una literatura infantil latinoamericana con rostro propio. Fue suya la expresión “Nuestra América” para expresar la idea de que debíamos inspirarnos en nuestras propias raíces antes que importar todas las ideas de Europa. Debíamos escribir libros para niños “como si los colibríes supiesen leer”, con amenidad, soltura y poesía.
Escribió un famoso libro de poemas titulado Ismaelillo inspirado en su propio hijo. Su gran aporte a la literatura infantil fue la revista La Edad de Oro que marcó la pauta para una literatura infantil latinoamericana. Se trata de una “publicación mensual de instrucción y recreo” para la infancia y la juventud “dedicada a los niños de toda América para que sepan cómo se vivía antes y se vive hoy en América y en las demás tierras”, anticipándose a lo que hoy es la literatura infantil multicultural como integradora de los pueblos y como vía de conocimiento y comprensión entre los niños del mundo.
Lo mejor de la revista son los poemas escritos por Martí como Los zapaticos de rosa que es un clásico de la poesía infantil latinoamericana. También son destacadas sus traducciones. Los cuentos y poemas de José Marí constituyen un hito en la literatura infantil latinoamericana por el aporte que significaron y porque Martí consideró al niño latinoamericano como receptor de lecturas.
Desde el punto de vista literario, Martí fue como Rubén Darío, el creador de una prosa estéticamente elaborada. Su escritura es límpida y una verdadera joya literaria. Puede decirse que es uno de los lujos que el castellano ofrece al lector universal.
Otro gran pionero latinoamericano es Rafael Pombo (1833-1912) en Colombia, creador de una literatura infantil muy rica que introduce el humor en la literatura infantil latinoamericana. Pombo se inspira en las nursery rhimes o canciones de cuna inglesas para extraer de ellas el humor y la fantasía lúdica. Sus poemas resultan divertidos, exquisitos, lleno de música, extravagantes y absurdos, por eso mismo, gustan a los niños, pese a estar escritos a fines del siglo XIX. Se trata de uno de los principales precursores del género porque concibió su poesía sin fines didácticos como era en su época, sino por el puro placer estético de la recreación. Pombo conocía muy bien los libros infantiles europeos que circulaban en ese momento en Europa. Inspirado en ellos, Pombo pone a vivir en sus cuentos poetizados a los animales colombianos con la chispa del hombre de Bogotá. Surgen así, unos poemas chispeantes y divertidos donde aparecen cacatúas, loros, chanchos, gallos, renacuajos y sapos. Mitad cuentos, mitad fábulas, estos poemas son clásicos hasta el día de hoy. Además se prestan muy bien para ser ilustrados.
Dentro de la literatura infantil latinoamericana que rescata nuestros animales, debemos destacar al uruguayo Horacio Quiroga, (1878 - 1937), un gran precursor del género. Sus Cuentos de la Selva (1918) están dentro de lo más destacado del continente. El autor los escribió después vivir mucho tiempo en la selva del territorio de Misiones, en la Argentina, donde aprendió a conocer la indómita naturaleza, sus animales y plantas. Estos relatos amenos y bien escritos, inspirados en los relatos de Rudyard Kipling, se han hecho célebres en la infancia, porque contienen sentimientos de profunda humanidad, ternura, amor al prójimo y también sentido social.
Además, rescata los cocodrilos, yacarés, serpientes, anacondas y flamencos de nuestra naturaleza. En el Canon de la literatura infantil Latinoamericana, estos Cuentos de la Selva figuraron como el más representativo de nuestros libros infantiles latinoamericanos. Las Medias de los flamencos es uno de sus cuentos infantiles más representativos. En tono burlesco y cruel, recrea el origen del por qué estos flamencos de bello plumaje se sostienen una sola pata.
En Brasil, destaquemos a José Benito Monteiro Lobato (Toubaté, 1882 – Sao Paulo 1948) quien se considera el fundador de la industria del libro en su país, ya que con anterioridad a su obra, los autores editaban sus libros en Portugal, de modo que su labor como pionero en el arte de la edición de libros infantiles es clave dentro del Brasil. También sobresale como el escritor que marca el inicio de una literatura infantil verdaderamente revolucionaria en su contenido y estilo. José Bento Monteiro Lobato que ha sido considerado símbolo nacional, crea personajes inolvidables y dice que “dar a los niños buenos libros adecuados a las edades, es el mejor medio de formar hombres”. En su obra anti convencional aparecen sus queridos protagonistas: Emilia, que viaja al País de la Gramática, Pedrinho, Lucía, A Menina do Narizinho Arrebitado o A Menina del Vizconde de Sabugosa son algunos de los personajes que están en el recuerdo colectivo de muchas generaciones de brasileros y que marcan definitivamente el camino para este género alejado ya por completo del seco mundo escolar, para convertirse en pura lectura placentera.
Su estilo literario es inmensamente atrevido y original. Muchas veces los niños intervienen en la conversación con los narradores, lo que proporciona un diálogo animado y novedoso. Hay mucho humor en los cuentos de Monteiro Lobato y ciertamente su figura y su estilo imaginativo de escribir y su sentido de la transgresión han dejado una huella y sentado las bases que luego han seguido los nuevos autores para niños en el Brasil.
Otra gran precursora de la literatura infantil en América Latina es la escritora chilena Gabriela Mistral (1889-1957) con sus poemas infantiles inspirados en el folclore y especialmente en la infancia desvalida de nuestro continente. Gabriela Mistral fue una gran americanista. Admiró la obra de José Martí y siguió sus postulados. Fue indigenista. Comprendió la importancia de educar desde la misma infancia, especialmente al niño que está desvalido. Su literatura de corte social está hoy día tan viva como entonces. Publicó en Madrid su libro de poesía Ternura (1924) que es un clásico de la poesía infantil latinoamericana. Revalorizó el folclore de los niños. Escribió rondas, canciones de cuna, cuentos infantiles. Su labor educativa en México es extraordinaria. Sus poemas musicalizados han sido cantados en todo el continente, principalmente en Cuba y Chile. Estando en Petrópolis como Cónsul de Chile en Brasil, recibió el Premio Nóbel de Literatura en el año 1945 tres años después que el Premio se interrumpió debido a la Segunda Guerra Mundial, recayendo en esta oportunidad en una mujer latinoamericana principalmente por su obra dedicada a la infancia.
Otra gran precursora de la literatura infantil en América Latina es la costarricense Carmen Lyra, (1888-1949) pseudónimo de María Isabel Carvajal Quesada con el libro Cuentos de mi tía Panchita (1920) que exalta el cuento de origen oral o cuento folclórico recreado. La autora escuchaba cuentos en su infancia contados con la lengua coloquial de las ancianas de su tierra y un día se puso a traspasarlos al papel. De aquí surgen estos cuentos entrañables que circulan en toda Costa Rica y Centroamérica, fortaleciendo un estilo campesino de contar como las ancianas que cuentan en torno al fuego o en torno a un brasero.
En México, destaquemos a la autora Pascuala Corona (1917), pseudónimo de Teresa Castelló Iturbide, quien se destaca como autora de unos cuentos orales recreados por la imaginación y pasados al papel con poesía y verdad. La autora utilizó este pseudónimo en recuerdo de una anciana criada que le contaba cuentos en su casa, de manera que estos cuentos como los de la tía Panchita tienen la impronta de unos cuentos infantiles latinoamericanos en los que la palabra está viva.
Dice la autora: “Estos Cuentos mexicanos para niños no son originales míos. Yo soy simplemente una recopiladora de las historias que contaban antaño nuestras abuelitas, nuestras madres y nuestras nanas. Yo las recojo y las presento pasándolas por mi estilo e imaginación. La tradición oral, si no la rescatamos y la difundimos, desaparece por completo”.
En Bolivia destaquemos a Oscar Alfaro (1923–1963) como uno de los autores pioneros en la literatura infantil de su país. Por su percepción del mundo de la infancia ha sido llamado “maestro elemental de la ternura”. Su solo nombre hace esbozar una tierna sonrisa a los que conocen el cuento del hilo de agua o del traje encantado o del poema de la “dulce chapaquita de mi tierra verde / con una pollera de rosas silvestres”. Ciertamente en estas obras sobreflota el ambiente poético de los cuentos de Oscar Wilde y de Hans Christian Andersen. Hay sensibilidad semejante, universalidad profunda y observación minuciosa a detalles que, de pronto, alcanzan honda significación. Por esta razón, sus cuentos han perdurado y se consideran clásicos en Latinoamérica. Además, tienen el perfume del viento que sopla en el altiplano y el eco que deja la sonrisa triste del indio que musita palabras en aimará. Sus obras más importantes son: Canciones de lluvia y tierra (1948), Bajo el sol de Tanja (1949), Cajita de música (1949), Alfabeto de estrellas (1950), Cien poemas para niños (1955) y Colección de cuentos infantiles (1962). Fallecido tempranamente a los 42 años en 1963, en plena creación, su viuda, Fanny Mendizábal de Alfaro y sus hijos, han consagrado sus vidas a difundir la obra de su esposo y padre editando sus numerosas obras.
Su cuento El pájaro de fuego muestra la belleza de un pájaro multicolor que, gracias a una piadosa mentira, logra hacer florecer a un ceibo viejo. Aquí, todo es un crisol de elementos poéticos: las mariposas, las libélulas, las avispas, el pájaro de plumas bellísimas que se hace pasar por flor...En El sapo que quería ser estrella muestra la vanidad castigada. Por querer parecerse a una estrella, un sapo se ha tragado todas las luciérnagas del huerto y con ellas, revoloteando en su interior, vuela hasta el firmamento. Oscar Alfaro toca sus cuentos con la varita mágica de la fantasía. Todo lo que toca - las aves de corral, los insectos más humildes - aparece nimbado de una aureola poética. Y con breves trazos logra perfilar un argumento, con sus personajes bien delimitados y hasta con un contenido moral subyacente tácitamente en el texto.
Una autora destacada en Argentina, dentro de los escritores que renovaron el género, es María Elena Walsh (1930) quien supo llevar la poesía infantil a la música, consiguiendo que los niños cantaran y actuaran sus versos llenos de musicalidad y humor absurdo. Sus Canciones para mirar (1962) están dentro de lo mejor del género en Latinoamérica. Estas canciones fueron llevadas al teatro y se representaron en toda Hispanoamérica en los años 60 rompiendo lo convencional. Niños y adultos aprendieron a sonreír en conjunto, unidos con esta poesía ilógica e irreverente que decía verdades profundas. Un poco con ternura, otro poco con ironía, María Elena Walsh sabía penetrar en el corazón humano con unos poemas absurdos que se burlaban de nuestros arraigados prejuicios y convenciones sociales.