Publicado en la "Memoria del IV Congreso del IBby" (2007)
Al título añadiría yo el verbo "escribir" puesto que la elaboración que haré del tema "diversidad cultural" será también desde mi punto de vista de escritora.
Me parece que un aspecto esencial e importante, antes de empezar, es el reconocer que "el otro soy yo". Es clave que a lo largo del desarrollo de este tópico, repitamos mentalmente esas cuatro palabras y reflexionemos sobre su profundo significado: "el otro soy yo".
Ahora bien, la responsabilidad de escribir para niños y jóvenes es enorme, dado el hecho de que el 40% de los habitantes en los países en desarrollo es menor de 15 años. Los escritores, y aquí me gustaría incluir a los profesores, estamos realizando un trabajo en el presente, para los que serán los adultos del futuro. La pregunta es, si estamos preparándolos para los requerimientos de la vida, de su vida personal y laboral, de los próximos 30 años. La tecnología nos deja cada día atrás y por más que tratemos de mantenernos actualizados, la velocidad de su desarrollo es tan grande, que es difícil estar siempre al día. Y aquello que nos parece pertinente y necesario ahora, tal vez no lo sea el año 2030. Como sea, la diversidad cultural no fue ni ha sido una temática que haya ocupado a la humanidad en siglos anteriores. Es un tema apremiante desde que el mundo, debido a la tecnología, se ha convertido en un pañuelo. Nunca más cierto este dicho y nunca más difícil de imaginar que las diferentes culturas, lenguas, etnias, etc. tengan cabida en el espacio del tamaño de un pañuelo. Sin embargo, todos los seres humanos tenemos que hacer un esfuerzo para que así sea, porque desde que apareció la "globalización", también surgió la resistencia de las diversas identidades a este proceso. Es que no todos los seres humanos desean ser cortados con la misma tijera, sobre todo porque valoran el idioma, las tradiciones, la vestimenta, la comida, etc. que les dejaron como herencia sus abuelos que serán, al mismo tiempo, las que quisiéramos dejarles también a nuestros hijos y nietos. Es que la identidad cala hondo, hurga emociones y orgullo. Es, por lo tanto, casi imposible "asimilarse" simplemente o "dejarse absorver" por otras culturas ajenas o, peor, alienantes. Ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad que se ha pretendido anular, e incluso exterminar, de mala y cruel manera a muchas comunidades humanas con identidad fuerte, ya sea ésta religiosa, lingüística o étnica. Por lo general, se ha conseguido el efecto contrario, es decir, que más bien, en lugar de desaparecer, se han fortalecido, han crecido y han mantenido su identidad a rajatabla.
La política de los gobiernos, en muchos casos, ha sido mayormente de "asimilación" (turcos en Alemania, musulmanes en Francia, etc), es decir, hacer que estas "culturas e identidades diferentes" se integren, pero de tal manera que olviden o, en el peor de los casos, nieguen su origen, sus costumbres, en suma, su identidad. Es posible que en casos aislados esta política haya dado resultado, pero en gran medida, las culturas luchan por mantener su identidad.
Ahora bien, siendo los niños el recurso más valioso de la humanidad, considero importante que desde la infancia se trabaje arduamente en temas como la tolerancia y el respeto hacia "el otro", hacia "la otredad", como alguien dijo no muy correctamente, porque ésta es una palabra que no existe, pero que, por otro lado, es "políticamente correcta", es decir, vivimos, y esto por fortuna, en un mundo en el que paulatinamente se está comprendiendo la importancia de las diferencias, esto es, de la diversidad. Y así como en un jardín hay flores de muchos colores y aromas, así también los seres humanos somos de diferentes razas, idiomas, música y creencias. Y, por supuesto, lo ideal es llegar a vivir sobre ese pequeño pañuelo como en el jardín del Edén que la tierra debería ser. El desafío ahora está en lograrlo, en hacer que esto sea posible. Afortunadamente considero que las condiciones están dadas, no en todas las culturas ni países, menos en el nuestro, pero en términos generales. De manera que el trabajo en el ámbito de la educación es titánico y, en particular, en el de la literatura también.
Desde ya, no debe existir ningún tipo de paternalismo hacia el niño y el derecho, no sólo a una educación hegemónica, sino también a una educación con igual de oportunidades, es a lo que todos deberíamos apuntar. Me da pena decir que este aspecto no está descuidado en Bolivia, sino que es peor: ¡a nadie parece interesarle ni mucho menos importarle! A mi juicio, es hora de cambiar de actitud.
Si bien en el siglo pasado la mayor parte de la población boliviana se desenvolvía en el campo y hablaba aymara, quechua o guaraní, incluyendo el castellano, como algo sobreentendido, estas competencias en el área de la comunicación han cambiado y continuarán haciéndolo. Personalmente estoy a favor de una conservación de nuestras lenguas, llamémoslas vernaculares, porque este es uno de los factores más importantes que conforman la identidad y la riqueza cultural de un pueblo; sin embargo, la pregunta que hay que hacerse es si estos conocimientos serán necesarios o requeridos en el mundo comunicacional en el que ellos se desenvolverán, lo cual no impide su aprendizaje ni su práctica en obras de teatro u obras literarias de tipo interno o nacional, desde luego. No obstante, las capacidades que se exigen en un mundo de trabajo cada vez más ágil y dinámico, más urbano, competitivo e incluso, internacional, hacen que estas competencias, quiérase o no, queden relegadas a un segundo plano. Además, nuestro país ni siquiera está todavía en esa fase. Mientras otros países vecinos, como Uruguay y Chile, ya han resuelto su problema de escolarización, nosotros aún estamos intentando ponernos de acuerdo, si debería haber una reforma educativa o no y seguimos quejándonos de una "eterna" crisis de educación. ¿Hasta cuándo vamos a poner en duda la escolaridad de todos nuestros niños y, en especial, de nuestras niñas? Para todos está claro, espero, que su instrucción sólo puede ser beneficiosa para nuestro querido país. ¿Hasta cuándo vamos a ver de manera indolente a los niños de la calle como si fueran parte normal del paisaje de nuestras principales ciudades? Y, peor aún, ¿hasta cuándo los vamos a tachar de "delincuentes", cuando, en realidad, como decía sor Juana Inés de la Cruz "somos culpables de lo mismo que acusamos"? Todos. Porque ninguno de nosotros debería permitir vivir a un niño peor que un perro. ¿Nos acordamos en ese instante que "los niños son el recurso más valioso de la humanidad"?
En lo que se refiere concretamente a la importancia de la diversidad cultural, ésta es innegable ya que debe tomarse en cuenta como parte de la diversidad biológica del universo. Y así como las diversas especies de animales y plantas nos enriquecen, así también nos enriquecen las diferentes razas y culturas. Esto no solamente por el mero hecho de existir, sino por las varias maneras de ver y enfocar los problemas que nos presenta la vida sobre la tierra y, lo esencial, las diversas formas de encontrar una solución a estos problemas. De ahí que se puede decir que los tiahuanacotas encontraron una forma de resolver sus problemas agrícolas y los vikingos otra. Ambas enriquecedoras e iluminadoras para la humanidad.
No obstante, lo que nuestros países en Latinoamérica han estado tratando hasta ahora, es más bien de conseguir por medios políticos, pero también culturales, una identidad cultural que los identifique y diferencie. Esto se ha logrado en el campo de la pintura: tenemos en México a Frida Kahlo, a Diego de Rivera y en nuestro país a Cecilio Guzmán de Rojas, a Arturo Borda, esto por mencionar sólo a artistas plásticos de la primera mitad del siglo XX. En la literatura la crítica mejicana Edith María Báez opina que "la identidad latinoamericana es un tema recurrente en nuestra literatura siendo una de sus vertientes principales la indagación sobre el mundo indígena. Los escritores de todas las épocas, desde los cronistas hasta el presente, se han ocupado del tema". Y opino que sí, que se ha logrado una identidad boliviana, peruana, colombiana, etc. a través de la literatura, ya sea por medio del mestizaje del lenguaje, o por medio de la fuerza del ambiente y de los aspectos sociales, como en el caso de García Márquez, Vargas Llosa o Carlos Medinacelli. ¿No será que lo que va a pasar en Bolivia en el futuro es lo que Mario Vargas Llosa dice en relación a Cataluña en España: "...como toda sociedad moderna, Cataluña carece de identidad porque tiene muchas"? Ojalá eso nos suceda pronto también a nosotros. Me explico: se ha estado dando una identidad "andina" a Bolivia, desde adentro y desde afuera. Bolivia es "sólo" los Andes. Bolivia es el "país altiplánico" para el fútbol y para muchos otros asuntos y todos sabemos que no es así. Bolivia es mucho más que los Andes. Desde niños nos enseñaron en la escuela que era "el altiplano, los valles y el llano".
Desafortunadamente eso siempre ha quedado en retórica, en los hechos, en términos políticos, sociales y laborales, se ha tomado en cuenta sólo al lado occidental. Paulatinamente nos estamos dando cuenta que somos más ricos de lo que pensábamos, y esto no sólo en términos geográficos ni de recursos naturales, sino también en recursos humanos: de pronto nos enteramos que tenemos escritores orientales (cruceños, benianos, pandinos) que nos hablan de su mundo, de lo que a ellos les inquieta y mueve, de sus paisajes, música y folklore. Este hecho, de por sí, ya contribuye a una diversidad cultural, puesto que cada uno de los autores, por lo general, escribimos desde nuestro mundo. Sin embargo, como todo escritor, también somos curiosos y nos adentramos en otros mundos y esto es lo que tenemos que hacer, no sólo para conocernos mejor, sino para compartir e intercambiar lo que cada una de nuestras culturas atesora. Personalmente he empezado ya algunos años atrás a escribir sobre el lado amazónico de Bolivia, que no lo conozco como un lugareño, por cierto, pero que me interesa y fascina como a cualquier otro boliviano que quiere a su tierra. Escribir sobre esta geografía no me ha resultado fácil, pero si apasionante y divertida y estoy convencida, que aunque un autor oriental lo hubiera hecho mejor por la cuestión de la profundidad, de que ya estoy acercando a mis lectores a la diversidad cultural de nuestro querido país. Desde luego, considero que voy a la médula del asunto cuando escribo temas sobre el tío de las minas, por ejemplo, porque soy de extracción minera, pero eso no significa que un escritor oriental, que visite las minas, no tenga sus propias impresiones y experiencias desde las cuales puede mostrarnos una perspectiva interesante y diferente que la que ven los ojos de un "occidental", como se ha venido a llamar de un tiempo a esta parte a los habitantes de los Andes.
Lo que aún está haciendo falta para completar el cuadro de una diversidad cultural y literaria que nos deje a todos satisfechos, es, a mi modo de ver, el mundo rural. El mundo rural es hasta ahora para todos un enigma y pienso que nos faltan sus historias, reales o de ficción. Esta riqueza la han estado mostrando algunos autores como David Acebey y Liliana de la Quintana, que han estado recopilando y rescatando valiosos relatos, pero, a mi juicio, no basta con dos o tres autores, tiene que haber más personas que se ocupen de revelarnos las maravillas de ese mundo tan diferente y enigmático para el niño citadino, para lo urbano en general. Y son los mismos campesinos los llamados a escribir sobre su entorno, dejando atrás, gracias a la escolarización, a la oralidad, que por lo mismo, conlleva sus riesgos. ¿Cuántas historias y bellos relatos habrán quedado en el olvido porque no se los grabó o recopiló /escribió a tiempo? Aquí vemos que no todo es cuestión literaria, la voluntad también tiene que ser política, de recursos, de reconocimiento "del otro" para animarlo, apoyarlo y colaborarlo en el afán de dar a conocer su mundo, su realidad, su ficción, su cotidianeidad, sus leyendas o lo que fuere. Según la UNESCO Y otras organizaciones dedicadas a la educación y al bienestar infantil, "el objetivo de la escolarización debería ser el desarrollo de la personalidad, los talentos y las aptitudes mentales y físicas de los niños al máximo de sus posibilidades, respetando su identidad cultural, su idioma y sus valores. Aún no se aprovechan plenamente las energías creadoras de los niños, tan necesarias para el desarrollo cultural. Para ello, necesitamos escuelas creativas en las que se considere fundamentales las artes, junto con las tres aptitudes básicas (lectura, escritura y cálculo). En todo el mundo las escuelas han establecido cursos especiales de estudios artísticos; también existen escuelas especializadas para niños excepcionalmente dotados. Pero la creatividad se ha de concebir como una capacidad general que se debe cultivar mediante el plan de estudios obligatorio". Lejos, muy lejos estamos todavía de incentivar a nuestros niños superdotados, que los tenemos, si apenas nos estamos pudiendo ocupar de los niños con un C.I. "normal". Carlos Medinacelli ya enfatizó alguna vez: "El drama del (indio) boliviano no es cuestión literaria, sino que obedece a problemas sociales muy profundos". De modo que en el caso de nuestro país, la cuestión es más estructural.
La Comisión Mundial de los Derechos del Niño recomienda que "las escuelas fomenten el respeto de la diversidad de las culturas, el multilingüismo desde una edad temprana, empezando por la lengua materna e incluyendo la iniciación a la pluralidad de culturas y creencias, la elaboración de manuales escolares que propicien la sensibilidad cultural y creen conciencia de los valores compartidos y una visión común del futuro. Un sistema educativo que responda simultáneamente a las exigencias de la integración mundial y nacional y a las necesidades concretas de comunidades culturalmente distintas, favorecerá una conciencia de la diversidad y el respeto a los demás". Volviendo al tema de lo rural en la literatura infantil, aquí viene el "pero", pues, es preciso, al mismo tiempo, mostrar al ámbito rural la existencia de un mundo más allá del agrícola y del campo. Así como los niños de la ciudad están ávidos por leer relatos de la Amazonia o Chiquitania, los niños del campo también deberían enterarse de cómo es la vida en las ciudades, no sólo de Bolivia, sino del mundo. A nadie le resulta beneficioso mirarse el ombligo o, peor, creerse el ombligo del mundo. Me temo que esto está ocurriendo en el lado occidental del país y eso, a mi modo de ver, no es positivo y no contribuye en nada a la diversidad cultural ni a la unidad en la diversidad, de la cual, con todo orgullo, debo decir que fuimos los bolivianos los primeros en pregonarla y, ojalá, en practicarla. De ahí que no creo que una "balcanización" de nuestro país sea posible, pero sólo si ponemos verdaderamente en práctica el lema "el otro soy yo".
Ya que Bolivia posee una gran diversidad cultural, para mostrarla se requiere de un apoyo estatal, por ejemplo en forma de subsidios a la creación o bien honrando y publicando la literatura nacional. No obstante, las mismas editoriales lo empujan al autor a escribir más sobre temas "light", más ligeros, más allegados al tema de la entretención que al del aprendizaje, más "globalizados". Se descarta de hecho los idiomas vernaculares, y se castiga a las obras que no tengan carácter o interés "mundial". Esto no me parece democrático, pero el autor que participa con una obra, digamos novela, "nacional", no tiene, en este momento, ningún chance de obtener el premio, por no ser "globalizante". Y luego está el mercado: tanto en literatura como en cine y otras artes, lo nuestro está dominado por los países más fuertes en términos económicos, como España o la Argentina, por mencionar a algunos; de modo que se trata de un mercado difícil, sino imposible, que nos obliga a alinearnos en la fila de la globalización. Pero hay algo que sí podemos hacer y es fortalecer el circuito de intercambio cultural, cultivando relaciones con otros autores dentro y fuera del país.
Considero necesario hacer notar que el objetivo de nuestro país en términos literarios aún está en una fase de búsqueda de identidad cultural. Esto no significa que se trate de algo negativo, sino que es, a mi juicio, un proceso por el que tenemos que pasar necesariamente. Muchas historias nacionales, rurales y urbanas, están aún en el tintero y quedan por conocerse, para conocernos a nosotros mismos y entre nosotros, nuestra idiosincrasia y nuestra historia. Me gustaría personalmente, que esto suceda primero y que luego, pasemos a la fase de ser parte de una "literatura globalizada", tal vez con menor grado de identidad, pero más integrada al mundo actual. Los bolivianos somos parte de la humanidad y como tales somos iguales a otros humanos, eso está descartado, sin embargo, nuestras experiencias, vivencias e historias son muy particulares y, por lo mismo, interesantes, y creo que primero habría que abocarse a darlas a conocer. Japón es en este sentido todo un ejemplo para mí en relación a un equilibrio sensato entre identidad y diversidad. Es un país que claramente conserva su identidad, su orgullo de ser japonés, es identificable por donde se lo vea y de lejos, sin embargo, está integrado mundialmente en total armonía. En algunos países europeos, como Alemania, están promoviendo la convivencia entre las diversas culturas mediante el así llamado "carnaval de las culturas", en el que, una vez al año, se presentan los ciudadanos de los diferentes países, ya sea con sus trajes típicos o los trajes que usan en sus países en el carnaval, para mostrarse, exhibirse, divertirse, pero también para consolidar y fomentar la diversidad cultural de la humanidad. En nuestro querido país, hace algunos años, se opusieron en el carnaval cruceño a que se presentaran grupos folklóricos del carnaval de Oruro. Ciertamente, tenemos mucho que aprender aún. Ya que tenemos la suerte de contar con una enorme diversidad, tendríamos que estar orgullosos y darnos por felices de que así de rica es nuestra tierra en recursos humanos. Sin embargo, lo echamos todo a perder con antipáticos regionalismos que no nos conducen a nada, por lo menos no a nada positivo ni mucho menos constructivo ni edificante.
Para finalizar, creo necesario recordar el lema inscrito en uno de los puentes que conducen al aeropuerto de El Alto y que, cada vez que paso por ahí, yo leo no sólo con los ojos, sino también y, sobre todo, con el corazón, deseando para mi país, la "unidad en la diversidad".
Autor: Gladys Dávalos Arze
Fecha: 27 Noviembre, 2011