LETRAS COMO PINCELES. UN ESCRITO LUMINOSO SOBRE DOÑA SOL

No encuentro mejor manera de empezar este escrito que haciéndolo al revés. Es decir, empezar con una conclusión: Carlota Carvallo tenía al color como eje de sus escritos.


Hoy resulta imposible abordar la obra de esta laureada escritora sin detenerse a reflexionar sobre la enorme influencia que tuvieron las artes plásticas en sus letras. A propósito, su hija Rosario Núñez menciona en una cita tomada de Heflin (1991) que “ella en el fondo adoraba la pintura… pero como la recuerda más la gente de nuestros países es como escritora infantil".
 
A los diecisiete años ingresa a la Escuela Nacional de Bellas Artes, y es en este lugar donde además de aguzárseles los sentidos que la condujeron a la música, al teatro, la poesía y la narrativa, conoce y admira a José Sabogal; aquel gran pintor que se constituyó en el abanderado del movimiento indigenista de las artes plásticas en el Perú, y cuyo lienzo y discurso reflexivo sobre aquella década efervescente –la del 30–, marcaría para siempre la literatura de Carvallo. Tanta fue su amistad con el pintor que no solamente llegó a ser uno de los testigos de su matrimonio con Estuardo Núñez, sino que existe un cuadro pintado por el maestro Sabogal con el rostro de Cota.

Sabogal, y su gran amigo el amauta José Carlos Mariátegui, coincidían en la imperante prédica que por esos días intentaba revalorar al Perú y a lo peruano, y a la cual, pronto, Cota Carvallo habría de adscribirse. Tal como lo evidencia esta reflexión suya tomada de Heflin: “Quizás esta falta de aprecio por lo peruano provenga justamente de que nuestras raíces no se afirmaron en nuestra tierra a su debido tiempo. No se alimentaron las mentes infantiles con nuestros héroes, nuestras leyendas, y nuestro pa
isaje”.

Pero Cota no asume el discurso de manera incendiaria, sino con la delicadeza que su alma y el arte exigen. En esta década del 30, ya asoman algunos elementos que hacían presagiar que su posterior ligazón al universo infantil sería inquebrantable: la inclusión de niños en sus pinturas y su constante peregrinar por el interior del Perú. En efecto, en 1932 pinta Los paniches –retrato de dos niños sentados uno al lado del otro– y en 1938 pinta Niño indio. 
(Los Paniches en la ilustración)

En lo referido a su incasable espíritu viajero, este habría de llevarla a contemplar algunos rincones de la patria que ella iba registrando con minuciosidad, y que muchos años después –en 1974– serían magistralmente testimoniados en unos escritos que se publicaron en la revista Urpi bajo el título de Viajando por el Perú. En esta sección del suplemento el lector era “paseado” por diferentes regiones del país a través de los ojos del personaje Julito, quien junto a su tío Nicolás visitaban lugares emblemáticos del Perú e iban mencionando una serie de datos relevantes referidos al sitio visitado. En términos de arte, la propuesta gráfica de esta sección fue innovadora; se experimentaba con sobreponer las ilustraciones de los personajes sobre una fotografía real del lugar citado, jugando gráficamente con la idea de que el personaje había sido fotografiado visitando el sitio.

A propósito del oficio de periodista de Cota, es pertinente mencionar que su arribo a él se debe también a la expresa influencia del arte; cuando tenía entre 18 y 25 años dibuja rostros de personajes conocidos para las revistas “Semanal” y “El hombre de la calle”. Y algunos años después –durante la década del 60–, llega a ser sub directora de la revista Alpha: revista literaria de los amigos del arte. 

En los escritos de Cota hay especial esmero por lo estético, por resaltar la gracia y el esplendor de la palabra. Y probablemente en ninguno de sus escritos fulguran tan delicada y armoniosamente las palabras como en su poema El cielo es azul.

El cielo es azul

El cielo es azul

Y verde el mar
Y negras son las noches

Sin luna ni estrellas,

Y blancas son las nubes

Y amarillo el sol.

En el mundo que hizo Dios,

Todo tiene algún color

Y verlo es maravilloso.

Es rojo el clavel

Y blanco el jazmín,

Moradas las violetas

Rosado el geranio,

Azul las campanillas

Dorado el girasol.

En el mundo que hizo Dios.

Todo tiene algún color
Y verlo es maravilloso.


Nótese cómo la construcción del poema reposa temáticamente sobre el color, la naturaleza y Dios. Aspectos estos últimos que se ligan profundamente con el universo personal de Carvallo, quedando en evidencia su religiosidad cuando Cota decide erigir un mural de mosaicos en su casa de Barranco y en el cual se retrata el episodio de la multiplicación de los panes y de los peces.
 
Entre los años cuarentas y cincuentas su producción pictórica avanza paralela a la escrita, aunque la primera siempre está presente en la segunda. En Oshta y el duende, por ejemplo, hay un fragmento que trasluce perfectamente la presencia constante del color en su literatura:

 “Solo se escuchaban sus voces.
 -¡Verde! ¡Gané! ¡Azul! ¡Perdiste!
 -¡Amarillo! ¡Rojo! ¡Blanco! ¡Negro!” (p. 28).


La construcción termina convirtiendo al texto en un remolino, en un tiovivo que en su loco girar va despidiendo colores como bengalas.

Sus composiciones musicales tampoco se ven exentan del influjo revelador que el color ejerce sobre ella. Así, dos de sus canciones más conocidas llevan color o matices en sus títulos: El negro Pancho y El trencito colorado.

La llegada de los años 60 marcaría un nuevo rumbo en la vida de Cota Carvallo: ella misma decidiría ponerle fin a una brillante carrera como artista plástica que, incluso, también llegó a obtener premios tan reconocidos como el nacional de pintura “Ignacio Merino”, en 1953. Durante el último año de la década de los 50 Carvallo decide pintar el que sería uno de sus últimos cuadros y cuyo contenido es por demás representativo en su vida; el cuadro se titula Los columpios y en él se perciben elementos pueriles que parecen anunciar la bienvenida al nuevo matiz que tomaría la carrera artística de Cota: dedicarse a la escritura de textos ligados enteramente a la literatura para niños. En realidad, no abandona la pintura solamente porque ahora se dedicaría a escribir con más fervor, lo hace también porque empezaba a padecer cierta desilusión sobre ella, como precisa su hija Rosario Núñez en un cita tomada de Heflin: “en 1960 se dedicó con mayor pasión a escribir, pues la pintura con la abstracción y los ‘nuevos ismos’ la decepcionó”. De ahí en adelante, confía las ilustraciones de sus escritos a la ya mencionada hija Rosario –pintora como ella– y juntas consiguen el reconocimiento a través de la obtención de varios e importantes premios nacionales e internacionales como la Placa de Oro en la bienal de exposición internacional de ilustraciones para libros infantiles realizada en 1971 en Bratislava, hoy Eslovaquia, y el Premio Nacional de Literatura Infantil "José María Eguren," en 1972.

Ni siquiera en la última etapa de su vida –muere en 1980– se negó a asumir cargos u oficios que dinamizaran a las actividades ligadas a la literatura infantil: fue ponente, jurado, promotora y colaboradora periodística. Y una de sus últimas colaboraciones periodísticas –en 1976– las realizó en un
a revista infantil venezolana cuyo nombre, curiosamente, está ligado a la idea principal de este escrito: Tricolor.

Termino con una afirmación que bien pudo ser el título de este trabajo: Carlota Carvallo fue una artista que escribía cuadros y pintaba libros. Si no, cómo explicarse la creación de los hermosos libros en tela que aún conservan sus hijos y que ella, amorosamente, los cosía y pintaba únicamente para ellos. Creo, que quien se interese en la obra de esta sensible mujer no debería dejar de procurar ver estos hermosos ejemplares llenos de color y fantasía, y así, entendería mejor a Cota y a su universo. 


BIBLIOGRAFÍA:

1.    Carvallo, C. (2005) Oshta y el duende. Lima, Perú: Instituto Nacional de Cultura.
2.    Heflin, D. (1991) La contribución de la cuentística de Carlota Carvallo a la literatura infantil peruana. Texas. Tesis presentada a la Facultad de Posgrado de la Universidad Texas Tech en el parcial cumplimiento de los requisitos para el grado de Doctor en Filosofía y aprobada en mayo de 1991. Recuperado de
http://etd.lib.ttu.edu/theses/available/etd-02262009-31295006957418/unrestricted/31295006957418.pdf
3.    Izquierdo, F. (1969) La literatura infantil en el Perú. Lima, Perú: Casa de la Cultura del Perú.
4.    Perúblogs. (2009) Exposición retrospectiva de Cota Carvallo. Recuperado de http://www.cotacarvallo.blogspot.com

Autor: Alberto Thieroldt

Fecha: 30 Abril, 2012