Desde hace tiempo se sabe que el mundo es redondo. Aunque hay indicios de que egipcios y griegos tenían la noción de la esfericidad del planeta, fue Copérnico quien por vez primera lo plasmó en sus escritos, y Colón lo quiso comprobar al emprender el viaje que transformó la vida del planeta. Si alguna duda quedaba, Julio Verne se ocupó de recrear la esfericidad de la tierra en su libro La vuelta al mundo en ochenta días, cuya travesía comenzaba y finalizaba en Londres, entonces capital del mundo.
A esta altura de la vida, el concepto de globalidad no deja de ser una perogrullada, pues parte de que el mundo es un globo y se refiere a la simple idea de que vivimos en una sociedad mundial y conlleva a la tesis de que los espacios cerrados es ficticia, pues a la altura de la vida no hay ningún país o grupo que pueda vivir al margen de los demás.
En resumen, la globalidad como relacionamiento social planetario -que se articula con disímiles ritmos e intensidades en los distintos niveles (ecológico, económico, político, técnico, cultural)- comienza a configurarse como proceso de expansión y transformación a partir de los primeros viajes transoceánicos; y la literatura se hace eco de ello en el temprano siglo XII con Los viajes de Marco Polo cuando este personaje regresa de su estancia en China y le cuenta al hombre europeo de otra cultura totalmente diferente, desconocida y desconcertante, por lo que el libro se conoció también como El libro del Millón en referencia a la gran cantidad de mentiras que los lectores consideraban que contenía.
La globalización cultural es uno de los temas más debatidos de la actualidad en las ciencias sociales, pues es uno de los peligros que acechan a las culturas nacionales de muchos países, especialmente a los de menos recursos, ya que los Estados nacionales soberanos, al relacionarse de manera múltiple con actores transnacionales ven desdibujada su soberanía, dado que las barreras culturales nacionales son violentadas constantemente.
La especialista Erla Zwingle, nos recuerda que, “algunos sociólogos y antropólogos occidentales y no pocos políticos piensan que este tipo de clonación cultural tendrá lugar a partir de lo que denominan el “asalto cultural” de la Coca Cola, la McDonald, Disney, Nike.... Esta avalancha comercial, consideran aplastará todo pliegue cultural hasta la formación de un gran “McMundo”, como lo nombra un observador”.
Pero hay que hacer notar que a pesar de la fuerza con que se presenta hoy en día, el fenómeno de la globalización viene produciéndose desde el siglo XV, y se inició con la llegada de Cristóbal Colón a las tierras americanas. Fernando Ortiz refiriéndose a ese hecho en Cuba, pero en una afirmación aplicable a todo el continente, decía que “en un día pasaron (…) miles de años de cultura”
Con los colonizadores no sólo arribaron tanto y tantos objetos tangibles, entre los que hay que mencionar al libro, sino también la cultura popular española, portuguesa y, en sentido general, europea a través de la oralidad.
La literatura oral no se dirige especialmente a los niños, pero como tiene la función de transmitir el corpus cultural que ha adquirido cada pueblo en cuanto a lo que respecta a su filosofía, creencias y costumbres, no deja de tener una función integradora de los individuos a su sociedad. Así, fue la oralidad la encargada de traernos personajes como Pedro Urdemales, María Moñitos, Pipisigaña, Mambrú, la Cucharachita Maltina o Mandiga, y los más variopinto temas y asuntos, formas poéticas, refranes, trabalenguas, juegos y canciones que nuestros niños han utilizado durante cinco siglos, los que tienen, en gran medida, una esencia europea recreada en un nuevo producto incorporado al acervo cultural latinoamericano, y esto es consecuencia de la globalización temprana.
Lo identatario, lo que nos define culturalmente y le da sentido a la identidad como familia, grupo, y nación está sometido a un proceso de transformación constante como consecuencia de la interpenetración e intercambio de estas instancias con otras que le son ajenas, pero concomitantes.
Cada sociedad, y cada uno de sus niveles, se ha ido adaptando y transformando paulatinamente ante los cambios sociales y tecnológicos, que han permitido una interacción mucho más dinámica y cambiante entre regiones culturales, producto de la globalización. Lo popular ha tomado elementos y patrones culturales globales que se han ido insertando en un proceso complejo de prácticas sociales y culturales de diversa índole.
Los cambios que se producen dentro de la cultura popular son el resultado de una interrelación de factores económicos, sociales y culturales de sistemas culturales diversos, que propician modelos culturales, asimilados desde fuera de la comunidad que transforman lo identatario generados por los miembros de la comunidad,
Lamentablemente, este proceso no es uniforme; porque no es una relación de igual a igual. Es confrontación desigual entre las culturas más poderosas, en el sentido de riqueza económica y recursos de influencia, con las sociedades menos favorecidas. Y en ese caso, una vez más se encuentra América Latina con respecto a los países del llamado primer mundo o mundo del norte.
En el Informe Mundial sobre la comunicación editado por la UNESCO se expresa el temor del gran número de países subdesarrollados, marginados o excluido de las autopistas electrónicas debido al enorme costo de las nuevas transmisiones digitales y por fibra óptica. Y esta deficiencia no debe verse sólo en el sentido de receptores de los mensajes culturales, sino también como posibles emisores de los mismos.
Prueba de lo que nos está ocurriendo hoy en día en nuestros países, y esto es un simple ejemplo, es que Los Reyes Magos, quienes trajeron juguetes al menos hasta a la infancia de mi generación, se han tenido que ir con sus camellos a no sé qué remoto sitio, para que Santa Claus, con su traje polar y su trineo tirado por renos, aterrice en las cálidas navidades caribeñas y suramericanas. Y hoy en día vemos como la diversión infantil en verbenas, procesiones y retretas de las fiestas patronales están siendo sustituidas por la del Halloween.
Uno de los fenómenos adversos que se derivan del proceso de globalización de la cultura, es la presencia de grupos transculturadores de patrones globales de la identidad que operan en la comunidad.
La Psicología Social reconoce dos instancias en el fenómeno de la identidad; estos son: el grupo de pertenencia y el grupo de referencia. Cuando en el individuo, ambos planos, el real y el espiritual, coinciden, existe un nivel coherente de identidad; lo que no sucede cuando los elementos étnicos, raciales, informativos y valorativos de integración son diferentes a los de la realidad personal. En “Nuestra América”, Martí se queja de quienes reniegan de su origen, y nos dice:
¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal de indio, de la madre que los crió, y reniegan, ¡bribones!, de la madre enferma…!
Aquí la referencia a la madre enferma es una alegoría a la América Latina.
La narradora de La jaula del unicornio, libro de Hilda Perera, hablándonos de María, la hija de su doméstica hondureña en los Estados Unidos, dice:
A su madre le hablaba en inglés y después, como concesión decía: “Ay, perdone” y le traducía en un español cortado, con acento (…) A María, la veré abogado o médico o presidenta de banca. Y hablará tres idiomas. La primera generación trabaja; la segunda, sale a flote; en la tercera nadie recuerda si alguna vez la abuela anduvo descalza.
Se dice de manera muy veraz que un pueblo que no tiene conciencia de su historia está condenado a repetir las amargas experiencias del pasado; sin embargo pienso que la identidad cultural es un fenómeno que no se basa solamente en elementos históricos, existente en nuestras huellas de pueblo, y por lo tanto, distantes, en mayor o menor medida, de la realidad cotidiana. Por lo que considero que para la literatura infantil contribuya a la identificación del lector con su cultura, no sólo se debe hurgar en las raíces del árbol, sino también reflejar las ramas donde está el nido en que se crían los pichones.
América Latina ha sido un continente poblada en su mayoría por inmigrantes de todos los tiempos, y con frecuencia la literatura infanto juvenil ha abordado este asunto. La novela Stéfano, de la Premio Andersen: nuestra María Teresa Andruetto, es un libro que nos lleva por los percances de los que dejando atrás la Europa natal, llegaron al continente para sentir el desarraigo y extrañamiento frente a un mundo que le era ajeno y desconocido, pero al que llegan a integrarse.
En los últimos años, bien por razones políticas o económicas, ha habido fuertes movimientos de emigrantes, tanto en uno como en otro sentido, y numerosos son los libros que abordan esta realidad nuestra y contemporánea; pudiera citar: De exilio, maremotos y lechuzas, de la uruguaya Carolina Trujillo Piriz, en la que nos cuenta la experiencia de los niños que se tienen que ir a Europa; Como un salto de campana, del chileno Víctor Carvajal, en el que se aborda el proceso inverso, o sea: la del niño criado en una cultura ajena a la de sus padres y que en un momento dado viene a esta, para él, nueva, realidad; y por último: El vuelo del murciélago barba de pétalo, del boliviano Carlos Vera Vargas, novela narrada desde la posición del joven latinoamericano que ha quedado con la madre, mientras que el padre se va como emigrante indocumentado en busca de un mejor sustento económico para él y su familia.
Muchos son los libros en el continente en que se aborda la cultura ancestral de nuestros pueblos originarios, pero destaco Sueño aymara, del peruano Aníbal Eduardo León Zamora, ya que en él no recurre a la simple disertación arqueológica de uno los pueblos del altiplano, sino que nos enfrenta a la problemática actual de sus integrantes por la salvaguarda de su identidad. Lo que también hace la ecuatoriana Alicia Yánez Cossio en su Pocapena, cuento que con mucho humor describe las vicisitudes de un niño chasqui que viene a la ciudad a una escuela de blancos.
Por último, y para referirme al otro gran grupo étnico que conforma el hombre latinoamericano, menciono: …Y su corazón escapó para convertirse en pájaro, libro de la ecuatoriana Edna Iturralde, y que fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura Infantil de 2001. Este texto recrea la historia del pueblo negro en Ecuador en un conjunto de relatos que van desde el siglo XVI hasta nuestros días y está basado una paciente investigación, pero traducida en un lenguaje apropiado para los jóvenes, pues son historias llenas de emoción y dramatismo.
El lograr la identificación de las nuevas y venideras generaciones con su cultura particular: de familia, pueblo, nación y continente, es una tarea multifactorial, en la que es importante el fortalecimiento de las políticas públicas concernientes a la educación y la cultura, y es ahí donde la literatura infanto juvenil –que es la que en estos momentos nos convoca-- tiene amplias posibilidades, pues no podemos perder de vista que en comparación con otros soportes electrónicos, el libro es un objeto más artesanal y por ende más acorde con las economías de nuestros países, y más asequible al poder adquisitivo de nuestras poblaciones. Así que la literatura que consuman nuestros niños puede ser una eficiente vacuna para conservar la identidad cultural que nos es propia.
Autor: Luis Cabrera Delgado
Fecha: 30 Noviembre, 2012