MIRTA AGUIRRE EN MIS RECUERDOS

Mirta Aguirre en mis recuerdos
o
vigencia de Mirta Aguirre en su centenario

Alga María Elizagaray
Escritora cubana

   
No tuve la suerte de ser discípula de esta gran maestra, pero sí de relacionarme frecuentemente con ella durante los años fundacionales del universo del libro y la literatura infantil y juvenil y de atesorar vivencias de ese luminoso período de génesis de la LIJ cubana en el que ella se comportó como una excelsa guerrera de la luz con su energía inquebrantable ante cualquier confrontación.  Mis primeros contactos surgieron mientras  trabajaba en el Departamento de Literatura y Narraciones Infantiles, que en la Biblioteca Nacional “José Martí” que dirigía Eliseo Diego. El fue un faro diseminador de de las más positivas energías que podamos imaginar durante el nacimiento y promoción de autores y libros para niños durante esa década prodigiosa que partió de los años sesentas y siguió tan campante posteriormente haciendo largas filas de creadores, editores  e ilustradores en este sector del libro, y mi punto de encuentro y relaciones con todas las luminarias de la época.
 
Pero realmente la conocí de verdad durante el Primer Forum sobre Literatura Infantil y Juvenil, auspiciado por el Ministerio de Educación, a finales de 1972, un evento emblemático, que marcó un antes y un después con sus resultados en este entonces casi ignorado y muy subestimado campo de la literatura. En ese evento Mirta Aguirre tuvo una inolvidable participación con la lectura de su magistral ponencia “Verdad y fantasía en la literatura para niños”. Un extraordinario documento, que ha devenido en ensayo de consulta y referencia a lo largo del tiempo en la defensa a capa y espada del derecho de ambas expresiones (la realidad y la ficción) en las obras destinadas al pequeño lector.  Todavía resuenan en mi memoria (algo que no he podido olvidar) la convicción y el tono de su voz al referirse al desideratum de ese debatido y candente tema al expresar “Respetando el criterio de quienes puedan pensar que es mejor otra cosa, votamos porque no se tema demasiado a que la literatura infantil y juvenil muestre los costados feos de la vida; no hemos terminado con ellos nosotros, y falta mucho para que terminen en otras partes, siquiera en sus mas graves manifestaciones.”(1)
 
El éxito de este Forum y todo el potencial de retos y tareas futuras que implicaba el trabajo allí desarrollado por especialistas, autores y pedagogos, sirvió para que el  Ministro de Educación de inmediato planteara por decreto ley, en 1973, la creación del Grupo Asesor Permanente de Literatura Infantil y Juvenil que sesionaría regularmente en dicho Ministerio. Entre sus funciones estarían las de promover, investigar e incentivar a los autores cubanos en la creación de una literatura nacional todavía inexistente; además de asesorar a las bibliotecas escolares, transformar los existentes libros de textos de primaria, ya bastante obsoletos, en nuevos textos a tono con el desarrollo de los tiempos, así como estudiar, y plantear cuantas medidas fueran convenientes a la finalidad de revolucionar y hacer avanzar el desarrollo artístico y educacional de niños y jóvenes. Entre los más valiosos miembros de esta cofradía estaba, por supuesto, Mirta Aguirre, y otras  figuras relevantes como Herminio Almendros, Renée Méndez Capote, Dora Alonso, Onelio Jorge Cardoso, y otros representantes de Educación y del mundo de la cultura. Como Secretario Ejecutivo estuvo al frente de este grupo el inolvidable Abel Prieto Morales, entonces Vice -Ministro de Educación, quien fuera una figura decisiva de este revolucionario quehacer y un miembro ejecutivo en quien todos confiábamos.
 
La voz y liderazgo de MA fue decisiva en todos los encuentros mensuales del Grupo con sus propuestas y argumentaciones sólidas. Lo primero que se logro fue que como medida para incentivar la LIJ se gestionara la creación de premios que la incluyeran y promovieran. Así surgió el Concurso de Literatura y Música para Niños  “La Edad de Oro” exclusivamente dedicado a este género, y posteriormente la convincente gestión de este prestigioso grupo  logró que se introdujera anualmente la LIJ  en las convocatorias de otros concursos existentes como el de Casa de las Américas, el de la Universidad de la Habana, y el de las Fuerzas Armadas (“26 de Julio”). Durante aquellos años originales del surgimiento y desarrollo de la LIJ cubanas ella estuvo siempre presente al tanto de cuanto se hacía, y sus iniciativas eran pródigas. No olvido que en una ocasión me pidió que ofreciera unas charlas sobre literatura infantil en la Escuela de Letras, y que ella las auspiciaría para garantizar que en las mismas hubiera una asistencia de alumnos que aun no tenían conciencia del valor formativo de la literatura destinado al más joven y subestimado de los lectores. Pese a mi timidez por ser la benjamina del grupo, me convenció y para mi mayor susto y asombro estuvo en primera fila escuchándome haciendo preguntas mientras ofrecía mi primera charla.
 
Otro momento estelar que recuerdo con emoción de la abarcadora ejecutoria de nuestra imprescindible autora de “Canción antigua a Che Guevara” es su participación activísima en el Encuentro Nacional de Programación Infantil del ICRT, en 1976. Ella presidió con su inherente maestría la Comisión encargada de la “Utilización de la literatura en la radio y la televisión”, donde propició los planteamientos más duros en los debates, saliéndole al paso a cualquier disparate. Combatió sin tregua los errores en el sector durante los tres días que duró dicho evento redactando por último el documento resultante, que pienso mantiene su vigencia en el sector, pese a que informes así la vida nos ha demostrado con cuanta frecuencia se olvidan o engavetan. Este evento quizá no se recuerde a pesar de que tanto lo hemos necesitado, y creo muy oportuno tomarlo en cuenta ahora por razones obvias de la situación actual de la programación infantil en nuestros medios. Allí se debatió sobre el uso racional y artístico de las mejores creaciones  de la literatura, y la elevación de la calidad de los programas existentes, que no se   privara a nuestros niños del conocimiento del folklore, la mitología y de lo mejor del legado cultural universal, a la vez que alertaba contra la demagogia, la chabacanería y la vulgaridad en el uso del lenguaje. Posteriormente, pocos años después le dedique un espacio en uno de mis libros, que ahora  ofrezco como dato bibliográfico por si algún especialista desea consultarlo. (2)
 
Hay muchísimo que decir sobre esta intelectual cubana que abarcó tantos registros en el mundo de la literatura, como maestra fuera de serie, y como promotora de la cultura cubana.  No puedo pasar por alto  su impronta  en la Comisión de Textos de Lectura de Primaria, de la que fue una figura clave, nunca faltó a ninguna de las reuniones y discusiones de trabajo, su contribución personal en creaciones tanto en prosa como en verso fueron valiosísimas, y su presencia en los encuentros siempre estuvo matizada por su talento, interés de servicio y  peculiar sentido del humor, que tanto nos motivaban a los allí presentes en las reuniones.
 
Si buscamos los orígenes de su honda preocupación y dedicación por la temática  y el universo de la LIJ podemos encontrarlos en su medular ensayo sobre La Edad de Oro de José Martí, publicado en el año del centenario del autor en la revista Lyceum ( 3), que además de su valor literario tiene el mérito histórico de ser el primer intento crítico de acercamiento al mayor clásico infantil de nuestra lengua. Posteriormente la autora, en 1969, retomó el tema enriqueciéndolo con nuevas consideraciones realizadas a partir de los cambios provocados en nuestro país dieciséis años después por el proceso revolucionario. Y más tarde lo ofreció como conferencia magistral en el entonces existente Instituto Pedagógico Makarenko con un nuevo título: “La Edad de Oro y la educación infantil”, que posteriormente se imprimió en forma de folleto. Creo que es un texto poco conocido que valdría la pena reeditarlo para las nuevas generaciones que lo desconocen.
 
Y no quiero terminar esta colaboración, mi modesto  homenaje a Mirta Aguirre con motivo de su centenario sin añadir algo sobre su maravilloso libro de poesía escrito durante los años sesentas, y publicado con inmerecido retraso en 1974, por la Editorial Gente Nueva. Me refiero a Juegos y otros poemas, obra que irrumpe con incomparable fuerza en las letras cubanas destinada a niños y jóvenes. Este poemario revolucionario en el más amplio sentido de la palabra, y con razón considerado ya un clásico de nuestra lengua, es una muestra magistral de lo que puede ser y hacer la poesía cuando una poeta de la estirpe de su autora decide ponerla en manos del más exigente lector y del arte. Desde su comienzo y para que no haya equívocos, ella nos advierte y ofrece la clave para su mejor aprovechamiento en los diferentes niveles a los que va dirigido, poniendo énfasis en la importancia que para el primer nivel tiene el uso “del rejuego sonoro de la lengua, que es, en muchas ocasiones, el esencial elemento atractivo” y agrega con suma agudeza algo que resulta esencial en estos casos:” En empeños como éste es mejor que la pedagogía quede en manos de sus especialistas, en tanto que los poetas retienen en las suyas a la poesía.”

Juegos y otros poemas, a raíz de su aparición me encantó de tal modo que  me parece forzoso repetir ahora aquella impresión: la primera  que tuve entonces y que he mantenido a lo largo de los años: una  insólita admiración hacia sus excelencias, que hacen que muchos de sus poemas sean dignos de aparecer en las más exigentes antologías hispánicas del género. Pienso, y no creo exagerar algo que dije públicamente a raíz de su aparición, que este libro es hasta el presente el mejor poemario escrito para la infancia y juventud desde la publicación de La Edad de Oro, de José Martí , a finales del siglo diecinueve.
 
Notas:
1.   Primer Forum sobre Literatura Infantil y Juvenil. Boletín para las Bibliotecas Escolares. La Habana, año III, num. 2-3: “Verdad y fantasía en la literatura para niños”. pp. 169-180, marzo-junio de 1973.
2.   Lyceum. La Habana. Num. correspondiente a febrero-mayo de 1953.  pp. 35-45.
3.   Alga Marina Elizagaray: El poder de la literatura para niños y jóvenes. Editorial Letras Cubanas. La Habana, 1979.  pp. 111-117.

 

Autor: Alga María Elizagaray

Fecha: 30 Septiembre, 2013