De lo que sucedió a Catalina, y del donoso y grande escrutinio al mediador de lectura

De lo que sucedió a Catalina, y del donoso y grande escrutinio al mediador de lectura

16 Junio, 2023

De lo que sucedió a Catalina, y del donoso y grande escrutinio al mediador de lectura

 «Dígoos verdad, señor compadre, que por su estilo es este el mejor libro del mundo»

Miguel de cervantes El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha

Por Felipe Munita

Reproducimos aquí un fragmento del libro de descarga gratuita: Hacer de la lectura una experiencia. Reflexiones sobre mediación y formación de lectores, Biblioteca Nacional del Perú, y que tiene acceso abierto pinchando aquí.

 

Es martes a media mañana en una escuela rural de la provincia de Valdivia, sur de Chile. La clase de lengua y literatura del quinto grado de primaria está a punto de comenzar. El docente entra al aula con cinco o seis ejemplares de un mismo libro bajo el brazo: es Voces en el parque, el conocido álbum del autor e ilustrador inglés Anthony Browne. Al ver el libro, una de las estudiantes, Catalina, no demora en manifestar su fastidio:

 

«¡Nooo!, ¡qué lata!, ¡yo ya conozco ese libro y es aburridísimo!».

 

Lo dice en voz alta, para que todo el grupo se entere del tedio que le produce una clase sobre ese álbum. Evidentemente, el estado de ánimo que transmite Catalina no es el mejor comienzo para una sesión de lectura literaria sobre esta obra.

Un par de semanas después, habiendo transcurrido ya las sesiones de trabajo planificadas por el docente sobre el texto de Browne, el comentario de Catalina es muy diferente:

«yo había visto muchas veces ese libro en la biblioteca, y no lo pedía porque lo encontraba fome, y así como medio raro. Pero ahora que lo vimos aquí me gustó mucho, es entretenido y tiene unas ilustraciones bacanes, como que te hacen imaginar. Ya lo he leído varias veces».

En efecto, la bibliotecaria escolar corrobora que el libro está, desde hace una semana, en préstamo domiciliar a nombre de Catalina y el docente ha sido testigo directo del progresivo entusiasmo que la obra ha despertado en su estudiante.

¿Qué pasó, entonces, para que en diez o doce días la visión de esta niña sobre el libro diese un giro copernicano y avanzara desde el rechazo intenso hasta el placer y la implicación personal como lectora? ¿Qué artilugio utilizó el docente para convencer a Catalina de que va- lía la pena darle una segunda oportunidad a esa lectura?

La respuesta, por fortuna, es más simple de lo que podríamos imaginar: puso a los niños en situación de hablar sobre la obra. Es decir, planificó una pequeña secuencia de trabajo apoyada en lo que conocemos como «discusión literaria», que no es sino una conversación del grupo sobre una lectura compartida, gestionada por el docente y orientada a la construcción colectiva de los sentidos de un texto.

En este caso, el docente había preparado una serie de preguntas y formas de discusión que resultaban de interés para ayudar a los niños a hablar sobre la obra.

Preguntas que, además de atender a la respuesta personal de cada niño al texto, se relacionaban con algunos aspectos estético-literarios que le parecían especialmente relevantes en este álbum, sobre los cuales quería llevar a atención de sus alumnos. De este modo, planteó la secuencia como un continuum de diversas situaciones conversacionales, motivadas por consignas igualmente diversas: desde una discusión inicial orientada a hacer emerger las primeras impresiones sobre el texto hasta otras que suponían conversar sobre aspectos específicos como, por ejemplo, los personajes, la relación texto/imagen, la dimensión simbólica de las ilustraciones o el sentido de ciertos aspectos composicionales del libro (la tipografía, la tapa y contratapa, entre otros).

Luego de esas sesiones, la programación escolar siguió su vertiginoso curso y, salvo uno que otro comentario de pasillo, no volvió a hablarse del libro de Browne.

Un par de meses después de aquel martes, el grupo terminaba un proyecto consistente en la realización de afiches de recomendación de «mi libro favorito», que serían colgados en el patio de la escuela.

Y cuál no sería la sorpresa del equipo docente cuando vieron que Catalina había hecho su afiche sobre…

¡Voces en el parque!

En síntesis: para Catalina, un determinado libro había pasado, en poco tiempo, de ser «aburridísimo» a ser «su libro favorito».

Había pasado de ser una obra que, estando disponible en la biblioteca escolar, ella no solicitaba en préstamo, pues la encontraba «fome» y «rara», a ser un libro leído y releído en su espacio de lectura personal. Había pasado a ser un hito importante en la construcción de una progresiva (y todavía incipiente) identidad como lectora literaria.

Publicado originalmente en junio de 2018, en la revista Tantágora.

 

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