Porqué los jóvenes no se llevan todos, un libro

Porqué los jóvenes no se llevan todos, un libro

16 Febrero, 2024

Porqué los jóvenes no se llevan todos, un libro

por Mariana Ruiz Romero (Este artículo salió publicado primero en la revista 88 grados, reproducido con permiso de la autora)

Este marzo la ciudad de El Alto estrenará Feria del Libro. Enhorabuena. Albricias. Ojalá, además de gran afluencia de público (que habrá casi seguro) consigamos nuevos lectores. El negocio del libro en Bolivia es una apuesta con muy poco sustento gubernamental y más obstáculos que apoyos. Una labor quijotesca que hacen unos cuantos románticos (los que publican autores nacionales) y algunos libreros con ganas de pasarse horas en la aduana. Una que se sustenta gracias a muchos padres y madres de familia que, por fin, se animan a invertir en lectura para sus hijos e hijas. Y también de jóvenes que pueden ahorrar y pagarse un libro, más su transporte y su entrada al evento en cuestión. 

 

Le tengo fe al Alto. Gracias a la labor del Distrito 2 de Educación y las licenciadas Nora Ramos y Ana Marquéz Villca sabemos que hay grandes resultados a la hora de fomentar la lectura en ferias escolares en la ciudad, que siempre cuentan con numerosos visitantes.  

 

Comprar libros es prohibitivo para muchos en nuestro país. No me corresponde hablar de precios, del precio del papel, del costo de la impresión, del valor de la cadena del libro, eso da para otro artículo. El gran elefante blanco de nuestras ferias son los piratas. Y los contrabandistas. Pero de eso, como de la economía B que manda en las calles informales de este país, no se puede hablar.

Lucía Camerati, el año pasado, hizo una mini reseña de su experiencia de feria del libro en la ciudad de La Paz, donde decía, textualmente:

“Deberíamos darnos el modo, como sociedad, para que toda niña y niño se lleve un libro gratis o que haya la forma de comprar libros más baratos, y así cada estudiante adquiera un ejemplar como lo hace con su dulce en el recreo. Todo eso está en la Ley del Libro, que con 10 años cumplidos aún no afina sus reglamentos y hasta el momento las autoridades, como dice la María, se rascan. 

Hay falencias estructurales que se sienten en estas situaciones de desigualdad. Qué lindo sería que el Estado compre los libros más importantes de las editoriales bolivianas para la comunidad estudiantil: eso hacen en otros países y gracias a sus leyes del libro. Pero no, el vitrineo es triste, mi niña interior reclama: no es justo llevarnos papelitos de propaganda a la casa. Deberíamos llevarnos todxs por lo menos un libro a nuestra minibiblioteca”. 

Señalar la falencia, empezar preguntándose porqué los jóvenes no compran libros, recordar que por temas estructurales no permiten el ingreso de muchos colegios a la vitrina anual… y decir “qué pena que no se cumpla la ley” es lo más fácil del mundo.

De verdad.

Como Cámara del Libro, como escritores infantiles, como Comités de LIJ, como Academia y como PEN, hemos intentado hacer un poco más. Se ha intentado que el Ministerio de Educación cree un Plan Lector Nacional, que tome en cuenta autores vivos y listas actualizadas con sugerencias de calidad literaria como Los Recomendados.

Se realizan ferias en colegios, visitas, donaciones de libros a bibliotecas de aula, talleres con docentes interesados, todo desde el esfuerzo individual y colectivo, pequeño y localizado. 

Resulta que esta labor ad-honorem es desgastante, y que no llega ni al 1% de las unidades educativas del país. ¿Cuántas unidades educativas hay, fiscales, de convenio, privadas, a nivel nacional? ¿Cuántas hay en El Alto? Estas escuelas y universidades, en el país, cobijan a 3 millones de personas, (la mitad de la población), y presentan deficiencias en múltiples niveles. 

Un libro para cada niño implica más de tres millones de ejemplares de un solo título, o, más adecuadamente, 12 títulos anuales divididos de acuerdo a la edad, desde primaria hasta secundaria, en tirajes de doscientos cincuenta mil ejemplares. ¿A cuánto ascienden los tirajes anuales de las editoriales? De quinientos a dos mil quinientos como gran logro. Nuestra producción y alcance son de alasitas.

Para que un Plan Lector permita que lleguen libros a las escuelas se requiere de tres cosas, que son una obviedad, pero hay que repetirlas: tiempo remunerado para los mediadores de lectura, dinero para la adquisición de libros a nivel nacional, y una política pública que sustente poblar de libros las casas de los niños, niñas y jóvenes del país entero.

Cito a Oscar Alfaro, que murió demasiado joven, batallando por lo mismo, hace más de sesenta años:

“Yo estoy como un lunar en la literatura boliviana. Ningún otro autor ha escrito cuentos y poemas para niños en mi país. Desde hace diez años escribo, edito y vendo mis obras. Soy un poeta canillita. Quizá esta labor me ha permitido alcanzar un tiraje sin precedentes en Bolivia. De mi Alfabeto de Estrellas y de mis 100 poemas para niños el tiraje sumó los 15000 ejemplares.

Existe una campaña de alfabetización en Bolivia, pero es intermitente, debido a la escasez de fondos destinados a esta labor. Conozco el problema, he sido maestro rural. He experimentado la satisfacción de ver a hombres y mujeres adultos desentrañar el misterio del abecedario y buscar, ávidos, nuevas lecturas cuando han aprendido a leer.

La tarea de los maestros y los gobernantes, en mi patria, es gigantesca. Hay mucho por hacer…”.  (Entrevista en la Revista Guía, 1960). 

Así nomás seguimos: hay mucho por hacer y no se hace. Ojalá a la Feria del Libro de El Alto le vaya espectacular, tengan muchas visitas, muchas ganas de mirar y antojarse, que por ahí se empieza. Como iniciativa privada, es un gran logro. Y si salen los niños con libros en las manos, será gracias a sus padres y madres, y no gracias al Estado. 

Y como sociedad civil, como parte de la cadena del libro, se trata de hacer y se hace, pero nuestra tarea sigue siendo gigantesca, monumental, y a ella nos dedicamos año redondo. 

Una buena idea sería recopilar todas las iniciativas privadas que se hacen para fomentar la lectura, y otra mejor sería tener un mapa claro de su alcance: ¿seguirá siendo en el eje, nomás? ¿Podremos soñar con bibliotecas municipales en pueblos y ciudades intermedias, de estantería abierta, con jardín, para que puedan leer y jugar quienes quieran ir, y además prestarse libros y llevárselos a la casa? Será tema de otro artículo. 

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