7 Febrero, 2025
Por Rosalba Guzmán Soriano
A nombre de la Academia Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil ABLIJ y como miembro fundador y de número, quiero expresar a Stefan Gurtner el gran placer y gratitud por invitarme a presentar la segunda edición de su novela “El Grano Verde.” En representación de la misma.
ABLIJ fundada el 29 de junio del 2006 tiene como fines primordiales la investigación de la calidad literaria y la difusión de los resultados para promover la buena literatura infantil en el país.
“Los Recomendados” es un libro con reseñas de las mejores obras ofertadas por la Academia, que tiene por objeto orienten a maestros, padres de familia, editores, bibliotecarios, ilustradores y público en general interesado en la literatura infantil y juvenil.
El Grano Verde, en su primera edición precisamente fue uno de los recomendados por su calidad literaria y la originalidad de una temática poco utilizada en este campo como es el de la política y sus avatares.
Adentrándonos en el tema, debo decir que la literatura infantil rinde examen cuando un niño la lee, pero también cuando un adulto lo hace; rinde examen cuando un niño para quién teóricamente ha sido escrito se conmueve, pero sólo teóricamente, porque en realidad un buen libro de literatura es siempre conmovedor y provocador de resonancias en el cuerpo, me refiero a emociones como la risa, la sorpresa, el enojo, la pena y sobre todo el deseo de no dejar de leer hasta terminar; como cuando uno está frente a un plato de comida que cada vez más gusta mientras se la saborea, por sus ingredientes sorprendentes, aún si son un tanto picantes. Y eso pasa porque no es verdad que un libro, una novela, un cuento para niños, se escriba con una explícita intención de un autor o por encargo. El autor de un libro de literatura infantil o juvenil es el niño dentro del escritor que lo escribe, es el ratón que uno lleva dentro quién habla de lo que sentimos, de lo que pensamos, de lo que la vida nos ofrece para transmitir. Así que, en el Grano Verde, que comienza con el diálogo de Stefan con un ratón confidente, lo que percibimos es el alma trasparente y conmovedora de su autor, su sentido crítico, su lúcida honestidad, su capacidad de transmitir una verdad política que nos atraviesa como país, como región y como planeta.
Una obra de literatura infantil decía, rinde examen, porque cuando está bien escrita, cuando cuenta con una lógica interna y cuando tiene un alcance creativo original podemos considerarla una obra de arte, entonces trasciende el prejuicio de que escribir para niños es una tarea destinada a la enseñanza, al adultomorfismo, o a la moralina. No hay nada que un auténtico escritor, como lo es Stefan Gurtner, calcule para manipular al lector; por el contrario, es la honestidad de su escritura la que abre luz para que cualquier lector de cualquier edad, acceda a su literatura y se deje atrapar por sus efectos. El niño, el joven el adulto, serán tocados por la magia que encarna tal libro. Pero éste además exige del escritor, que contemple la edad de los lectores, que tome en cuenta su lenguaje, su psicología, su espíritu infantil.
Asimismo, exige que respete a su destinatario, que se le hable de la vida como se le habla a un ser humano protagonista de su historia, porque un niño no es alguien que no habita la vida y que está por fuera de sus contingencias históricas, de la realidad social en la que le ha tocado nacer. Un niño es tan protagonista como sus padres y sus abuelos, como sus hermanos mayores, como sus compañeros de clase o los otros niños más pequeños. Los adultos no piensan que ellos entiendan la vida, creen que los van a proteger no hablando de los que los pueda perturbar, aunque no tengan que comer cuando no hay qué comer, aunque estén en medio de las peleas de los padres, aunque uno de ellos o ambos, inexplicablemente los abandone a su suerte. Muchos adultos creen que la infancia es una categoría humana paralela a la suya, a la cual hay que alimentar y darles TODO lo que ellos creen que quieren y necesitan, que son “sus gustos” a cambio de una sola cosa que deben hacer “estudiar” porque es lo único que los padres piden a cambio. Ni una ni la otra cosa son verdaderas, los padres no les dan todo, porque no saben lo que sus hijos realmente necesitan, y los chicos tampoco saben qué se espera de ellos, “solo estudiar” es miserable.
Pero esta novela trasciende esas estructuras, habla con los niños sin tapujos, con una simpleza sorprendente y a la vez con una gran profundidad.
Habla sobre la estructura social y la política. Lo político, no debe ser sinónimo de corrupción, sinónimo de oportunismo; no debería ser el modo de detentar el poder y volcar la tortilla para lo mismo. Achaku, el ratón que habla con Stefan en el prólogo y que lo deja con un fuerte dolor de cabeza en el epílogo, le cuenta la historia de los pueblos, del suyo propio sin romantizarla.
Ubica cómo se reparten las clases sociales, los campesinos que dejan su Tierra porque tienen hambre y no les queda más remedio que migrar, los mestizos de la clase media, que es siempre media; media indiferente, media acomodaticia, media de la viveza criolla, y la clase de los ricos que nunca pierden, que guardan todos los privilegios y se unen para conservarlos, sobre la estructura del poder, garantizando en nombre de “la lucha por la pobreza” a los menos privilegiados, no sin darles migajas para evitar su rebelión.
Así los ratones llamados “hambrientos” que en realidad son los migrantes del campo en esta novela, pero podrían ser de cualquier parte, de cualquier país en guerra, o de cualquier otro que sufra el abuso de los poderosos, hacen largas filas para recibir de sus sojuzgadores lo que les sobra, lo que apenas les llene la panza y les cierre la boca.
Pero en este conglomerado social, hay conformistas que prefieren apoyar el sistema, hay traidores que por privilegios se pueden vender. También está el pueblo sin nombre y sin apellido que es víctima de las decisiones y los actos de otros, y hay rebeldes que creen que derribar a los “enemigos” consiste en una revolución de la tortilla y el odio que al final no revoluciona nada.
El autor saca la careta al sistema político, K’asa, a quién le falta un pedazo de diente, es la líder de los excluidos, de los pobres, de los campesinos, de los hambrientos. Es la hermana del protagonista Achaku que además es un niño. Su hermana K’asa es la líder del partido “Grano Verde”, de los rebeldes que al final logran su cometido; cree que apoderándose del palacio de la comilona habrán logrado la justicia social, y la venganza, sin saber la verdad que acecha.
Achaku tampoco lo sabe, transcurre su heroico camino confrontado las contingencias de su exclusión, confía en quién no debe confiar, se decepciona, los cálculos de su corazón atribulado suelen fallar, la realidad es mucho más compleja que la de los buenos y los malos, los amigos o los enemigos. Poco a poco es él quién logra leer la realidad, a comprender que los ladrones para los unos son los libertadores para los otros. Es él quién pide a su hermana que despierte a la realidad, los que ya se llenaron los bolsillos no escapan porque los pobres están ganando, sino porque hay un peligro mayor que acecha…
Achaku es un ratón que está siempre preguntándose lo que le muestra la experiencia, lo que le toca vivir sin que nadie se lo explique, es el ratón subjetivo que nos hace dudar de nuestras certezas y de nuestras apuestas frente a imaginarias verdades absolutas.
Achaku, frente a la realidad cuando se enfrenta a lo que le toca ver más allá de su nariz, a lo que logra descubrir cuando es capaz de trascender su mirada y su comprensión frente a las estructuras del poder, expresa de este modo sus cuestionamientos en la página 114:
- ¿Por qué lo hacen? – pregunté al fin, pero ni siquiera ya sabía a quién me refería. Me parecía que había preguntado lo mismo mil veces y por mil diferentes razones.
Apu, el anciano sabio y ciego le responde – porque ellos creen que son los únicos que tienen derechos y porque creen que de esta manera pueden asegurar sus derechos para siempre.
Los combatientes de K’asa del Grano Verde estaban en la recta final de su rebelión. Sin embargo, esta confrontación aún no despeja dudas de nuestro protagonista.
El sabio Apu da una sentencia: - Los ratones salvajes han sido expulsados de la ciudad triste, nadie se preocupa por ellos. Deben tomar la comida por su cuenta. ¿Qué más vale, la comida, o el derecho? Y al respecto expresa el relator, “la voz que había murmurado estas oscuras palabras pertenecían sin duda alguna a Apu, pero resonaban de una forma tan extraña que parecían resurgir de la nada entre el murmullo del río y perderse en la nada de las lejanías infinitas.
Extraordinaria manera de explicar sin explicar lo que significa la bolsa o la vida. Si tienes la bolsa, pierdes la vida, si tienes la vida, pierdes la bolsa, pierdes, pierdes siempre, sin alternativa.
Entonces no es tan fácil una revolución basada en más de lo mismo. Tal vez haya algo nuevo que inventar.
El género de novela para niños, ya es difícil, pero el de novela política mucho más. Por eso, por su atrevimiento, por la sencillez y al mismo tiempo por la profundidad conque se trata de manera tan responsable y ética esta novela, sólo puedo felicitar a su autor y desearle el mayor de los éxitos a tiempo de decirles a ustedes “no se la pierdan.”
El grano verde. Stefan Gurtner. Grupo Editorial La Hoguera, 2da edición, Santa Cruz de la Sierra, 2004.
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