REFLEXIONES EN TORNO A LA NARRATIVA INFANTIL– JUVENIL DE ESTE MILENIO

REFLEXIONES EN TORNO A LA NARRATIVA INFANTIL– JUVENIL DE ESTE MILENIO

8 Diciembre, 2023

REFLEXIONES EN TORNO A LA NARRATIVA INFANTIL–JUVENIL DE ESTE MILENIO

                       

Isabel Mesa Gisbert

 

Estamos comenzando la tercera década del siglo XXI y una mirada retrospectiva nos muestra un inicio de siglo de cambios tan vertiginosos en el que la mayoría de los adultos nos hemos quedado a la mitad del camino. La computadora, los juegos electrónicos, el internet, los celulares inteligentes, la realidad virtual y las redes sociales van siendo parte de nuestras vidas un poco a la fuerza, a través de un aprendizaje lento y lleno de dificultades. Los aceptamos e incorporamos a nuestra forma de vida tal vez porque queremos ser actuales, posiblemente porque nos facilita el trabajo, pero sobre todo porque queremos acompañar a nuestros hijos y nietos en su paso por este nuevo milenio.

 

Nuestros hijos son los iniciadores de una nueva era y por lo tanto son miembros de la sociedad de la imagen. Si nosotros crecimos con la televisión como una muestra de la tecnología de punta de ese momento, el niño de hoy utiliza una computadora portátil sin la necesidad de tener un doctorado (como hubiera ocurrido allá en los 70); navega en el internet, utiliza el celular con una habilidad increíble y tiene acceso incluso a la información más recóndita que llega de manera inmediata.

 

De acuerdo con estos cambios, la forma de escribir también se ha modernizado. Hacer una literatura moderna es ir con la evolución de la mente del hombre y actualizar la literatura infantil–juvenil es contribuir con la formación lectora de los niños que son los protagonistas de este nuevo milenio.

 

Los parámetros de una y otra generación son totalmente diferentes. Walter Scott, Julio Verne y Jonathan Swift dejaron una huella en nosotros que no es la misma que intentan dejar en los adolescentes de estas últimas décadas que, con mucho esfuerzo, logran leer el primer capítulo de sus obras y luego completan su trabajo escolar acudiendo a las películas basadas en los grandes clásicos, a los resúmenes que ofrece el internet y, hoy en día, a la inteligencia artificial.

 

Los jóvenes de hoy están acostumbados a un bombardeo continuo de información, a estar durante horas frente a la pantalla y su mente está estructurada y acostumbrada a la imagen rápida y furtiva. En esta nueva generación ya casi se ha sustituido el lenguaje de la palabra por el lenguaje de la imagen, pero eso no es lo peor. Lo más grave es que en su mundo no existe el otro, es un mundo exclusivamente de dos: él y una pantalla; es el mundo de la indiferencia.

 

A los escritores nos es difícil competir con el mundo de la indiferencia y el de las imágenes,  y a veces nos parece hasta imposible combatir los estereotipos que ofrecen la televisión y el cine. El gusto por los libros de terror, el humor negro, los personajes antropomorfos y el extremo peligro, literatura estimulada en gran parte por la pantalla chica y el cine actual, y cuyo contenido es sumamente pobre, va en aumento.

 

Tocar los temas de intéres de los adolescentes es una forma de llegar a ellos a través de la literatura, sobre todo porque pueden identificarse con una etapa de su vida que, aunque para algunos puede ser conflictiva y amarga, para otros es un período de muchos descubrimientos: el deseo, el amor, la música, la tecnología y también la literatura. Sin embargo, lo que más debería preocuparnos es algo que el autor español Arturo Pérez Reverte afirmó cuando le hicieron una entrevista: “Nos están borrando la memoria y sustituyéndola por una especie de papilla indiferenciada que nos deja a merced del primero que llega. Creo que lo que le da más aplomo al hombre y le permite defenderse frente a la agresión de los poderosos es la memoria y la cultura”.

 

En ese sentido, podríamos decir que toda la temática que acerque a los niños y jóvenes a la literatura es válida, por cierto; pero ¿cómo podemos afirmar la identidad de nuestros niños ante semejante bombardeo de información y frente a estereotipos tan marcados que son tan ajenos a lo que es nuestro? ¿Es posible lograr una literatura que los estimule a sentirse parte de una cultura? ¿Será posible que se sientan parte de este país que es suyo?  Creo que es posible siempre y cuando se encuentren elementos propios que se adecuen a la exigencia del pequeño lector en el mundo actual.

 

Los bellísimos cuentos de los hermanos Grimm, por ejemplo, envueltos dentro de un contexto de castillos que encierran nobles y hermosas princesas o de bosques que albergan extraños hongos en los que habitan duendes y enanitos, tenía como objetivo ayudar a los niños a descubrir sus orígenes a través de sus tradiciones nacionales. Cuando nuestros niños se encuentran con estos cuentos nórdicos, la esencia y la gracia de los relatos pierden en gran parte su encanto y muchas veces hasta su mensaje. Es obvio, pues nuestros niños no están familiarizados con un castillo ni tampoco con un bosque europeo; no hay reyes ni princesas, menos aún nuestra historia puede recordar a caballeros armados a la usanza medieval. El significado para el aprendizaje del niño, por supuesto, no es el mismo; no existe una identificación con esa cultura y por ello se hace necesaria una literatura local.

 

Somos los padres y los maestros quienes tenemos miedo a equivocarnos al escoger un buen libro para nuestros hijos. Cuando entramos en una librería preferimos comprar la enésima versión de la Blanca Nieves en lugar de apostar por lo que es nuestro. Eso no significa un repudio a los clásicos infantiles, es mas bien gracias a estos hitos europeos que la literatura infantil y juvenil existe; sin embargo, la novedad y el cambio es lo que más emociona a los jóvenes de hoy. La apuesta para este nuevo milenio es una manera diferente de hacer una literatura infantil y juvenil que albergue una cultura propia.

 

Lamentablemente, la palabra “literatura infantil” viene rodeada de un estigma que persiste hasta el día de hoy: “eso no es literatura”. A la literatura infantil siempre se la ha visto muy por encima del hombro, como algo de menor categoría. ¿Es que no nos damos cuenta de que es precisamente durante la infancia y adolescencia, momento en que el ser humano se forma de manera integral, cuando tenemos que imprimir en nuestros niños y jóvenes esa identidad cultural que tanta falta le hace al país? Debemos mostrarles nuestro patrimonio cultural, un patrimonio que se está diluyendo porque desde hace más de 15 años nuestro país se ha politizado y se ha reinventado cambiando su historia. ¿Cómo podemos amar, entender y hasta defender un país si solamente conocemos algunos fragmentos de su trayectoria? ¿No es la literatura infantojuvenil el mejor camino?

 

Hablemos de elementos locales que pueden adecuarse a una literatura que va a ser leída por chicos y chicas que pertenecen al siglo XXI. Así como los autores europeos lograron afirmar una cultura en sus niños a través de hadas, gigantes y dragones, la literatura nacional tiene protagonistas muy peculiares que forman parte de lo que es nuestro.

 

Una mirada a la diversidad étnica

 

Conocer los mitos andinos, chaqueños y amazónicos es una manera de fomentar el respeto por el otro, por aquel que también forma parte de nuestra población. Estas historias milenarias tienen personajes increíbles que hablan por sí mismos El espejo de los sueños.

 

El Tanga-tanga, por ejemplo, es un dios que se identifica con el dios del trueno de los incas. Se trataba de un ser en tres y tres seres en uno. “Era extraño, misterioso y muy temido. Tenía un solo cuerpo y tres cabezas, todas cubiertas por rayos. La cabeza central, que era la mayor y más monstruosa de todas, representaba al relámpago. Sobresalía de las otras dos mostrando sus grandes ojos y una boca enorme provista de afilados dientes. Las cabezas menores caían a ambos lados del cuerpo. Una de ellas simbolizaba al trueno, mientras que la otra encarnaba al rayo. Cuando el Tanga-tanga se enfurecía enviaba lluvia y lanzaba sus poderosos rayos iluminando las dos colinas que rodeaban Choquechaca. Provocaba tales tempestades que los cielos parecían temblar”. 

 

Varios investigadores sostienen que hacia el primer milenio a.C. la zona andina todavía sufría fuertes movimientos climatológicos y geotectónicos, sobre todo la erupción continua de muchos de sus volcanes. Es interesante ver la cantidad de mitos legendarios que buscan una explicación sobre cómo quedaron las montañas después de la catástrofe. Un mito extraordinario refleja la lucha de dos gigantescos volcanes de la cordillera occidental. “El coloso solitario, (refiriéndose al volcán Sajama) invadido por un intenso dolor, logró alcanzar su honda. Con la poca fuerza que aún le quedaba, hizo girar la khorahua (honda) lanzando un poderoso proyectil que dio precisamente en la boca del traidor. La piedra le rompió a Sabaya todos sus dientes, que cayeron al suelo desparramados alrededor del gran titán”. Esta lucha es la respuesta que los indígenas buscaron al perfil quebrado del volcán Sabaya y a todas las pequeñas montañas que hay esparcidas a su alrededor.

 

No sólo el área andina ofrece elementos adecuados para hacer literatura sino también la selva amazónica. Los habitantes de estas tierras, en su afán por dar respuesta a sus interrogantes, crearon mitos dando origen a personajes fantásticos con funciones absurdas e ilógicas. Ese mundo de lo irreal y de lo absurdo, como es el de los dibujos animados, donde lo imposible es el marco de lo real, es el que atrae a los niños y el que es capaz de robarles la risa. Un hermoso mito chimane nos cuenta que dos hermanos gemelos habían creado la tierra con una serie de errores que luego ellos mismos deciden perfeccionar. “Como no era posible que el cielo se cayera sobre la tierra ocasionando grandes catástrofes y aplastando a la gente, Duik y Mitsha decidieron sujetarlo. Para lograrlo, convirtieron a uno de los hombres en un gusano al que llamaron Ñuku y le ordenaron que extendiera su flexible cuerpo de un extremo al otro del firmamento. Desde entonces Ñuku carga el cielo sobre sus espaldas y aún se lo ve en las noches formando la vía lactea”.

 

La literatura infantil no deja de lado la presencia de los afrobolivianos asentados principalmente en la zona de los Yungas como parte de la maravillosa diversidad étnica del país. La marca de los reyes es una obra que cuenta la historia de una niña afrodescendiente que hereda los poderes de los hechiceros africanos.“A Candicha no le importa la escuela, pero sabe que tiene que asistir. Su prioridad es la magia, su amuleto, experimentar la sensación de que ella puede hacer las cosas que la awicha le ha enseñado. Enseña hechizos a sus compañeros de curso a cambio de que le hagan las tareas. Sabe que es una hechicera de verdad y le salen sus hechizos incluso delante de la gente”.

 

La conquista española y la época colonial

 

Disculpen que toque este tema, pues todos sabemos que son 300 años que han sido borrados de los textos educativos. Una etapa de una conquista dura y dolorosa, sin duda, pero que es la cuna del mestizaje, producto del encuentro de dos mundos al que pertenecemos muchísimos bolivianos (me incluyo). La invasión española construyó un nuevo horizonte con un dominio de un imperio sobre otro gracias a la ventaja tecnológica y militar que se consolidó en el siglo XVII a partir de la participación activa de indios y mestizos. Los aportes culturales de esa época tienen que ver con el diseño arquitectónico de iglesias, además de las obras pictóricas.

  

La creatividad que los artistas indígenas imprimieron en los lienzos del período colonial fue extraordinaria y bien podríamos echar mano de ella para dar origen a regios personajes como se hizo en La pluma de Miguel: “...Tú, único Arcángel de alas color esmeralda y cabello color del azafrán, dotado de un millón de caras distintas y de tantas lenguas como dialectos hay en el universo, tú que conduces a las almas al Paraíso o al castigo eterno, tú que guiaste a los ángeles de luz en batalla contra los ángeles de la oscuridad, tú serás el jefe de esta misión y el único responsable de su éxito o de su fracaso”. Es la descripción del Arcángel San Miguel, a quien muy comunmente encontramos en los lienzos de la época colonial. Los antagonistas de la novela fueron tomados de un enorme cuadro que muestra escenas del infierno y que se encuentra en la iglesia de Caquiaviri pintado en 1739.

 

La novela infantil La portada mágica es el mejor reflejo de lo que es el mestizaje representado por la construcción de una de las portadas más bellas de Latinoamérica: la de San Lorenzo de Potosí. En una aventura divertida, Luis Niño (artesano que vivió en Potosí en el siglo XVIII) y su ayudante aymara Jahuira viajan por distintas partes de la Audiencia de Charcas para recoger elementos idóneos que puedan decorar la nueva portada. Sirenas, ángeles andinos, cariátides y la cruz del sur son parte de ella.

 

Temas políticos

 

También es bueno que los niños se involucren en el aspecto político. Dos libros que tocan este tema de manera sutil pero contundente son La revobulliprotesta y El planeta multilenguado. En el primero, se relata una huelga de hambre de los animales de un zoológico que protestan sobre su estado de encierro; huelga que lleva al sacrificio de uno de ellos por el bien común. En la segunda, los ciudadanos de varios planetas viven sumisos y maltratados por un gobierno autoritario y dictatorial que intenta imponer una forma de vida a conveniencia de los gobernantes.

 

 

La naturaleza y su conservación

 

De la misma manera, la literatura actual tiene la preocupación de llegar a los jóvenes a través de temas que siempre son de su interés. ¿Qué ocurre cuando un libro te invita a jugar un videojuego para salvar al protagonista de las garras de un dinosaurio? En Trapizonda: un videojuego para leer, los lectores viven una aventura de extremos en la línea del tiempo: dinosaurios de hace 65 millones de años unidos a videojuegos del siglo XXI. La novela está inspirada en la pared de Cal Orck’o (Sucre), el depósito de huellas de dinosaurios más importante del mundo.

 

La quema anual que se produce en nuestros bosques y que cada vez se interna más en la selva y pampas de un país que parecía tener las mejores reservas de flora y fauna del continente, es otro tema que preocupa. Los niños tienen que enterarse de lo que pasa, de que a pasos agigantados estamos acabando con todo. Y si la advertencia no les llega hoy, crecerán en la ignorancia y desconocimiento de lo que deberían defender en el futuro. La elegida. Una aventura en la Amazonía, es precisamente la historia de una niña que es raptada por los animales de las Pampas del Yacuma. Su misión es encontrar al Jaguar para ayudarlo a salvar del fuego y de los comerciantes de plumas y pieles a los animales que se encuentran en riesgo de extinción.

 

Y la ciencia ficción también está presente en nuestra literatura infantil. Ciudades donde ya no hay flora ni fauna son el escenario de Fábula Verde, novela en la que dos jóvenes que trabajan en una editorial pretenden rescatar las fábulas de aquellos animales que ya no existen. El zorro, el jaguar, el cóndor, el oso jucumari y el puma, animales que a la vez son deidades de varias comunidades indígenas, son los protagonistas de esta aventura futurista.

Estos seres tan singulares se desenvuelven en escenarios que no se encuentran fácilmente en otras partes del mundo. El altiplano y los salares, por ejemplo, son lugares que imitan un paisaje que podríamos llamar extraterrestre. Las tonalidades pálidas, el silencio, la aridez y la soledad enmarcan su entorno hasta convertirlo casi en irreal, no por nada escenas de una de las últimas películas de Star Wars fueron filmadas allí.

Si tomamos en cuenta cualquiera de estas temáticas: la diversidad étnica, los incendios forestales, los dinosaurios o la ciencia ficción,  partiendo de elementos propios, ya estamos creando una literatura con identidad. Sin embargo, para llegar de una manera efectiva a los pequeños y jóvenes lectores los relatos tienen que estar apuntalados por una narrativa también actualizada. La escritura ágil, pero al mismo tiempo atrapadora, compite con el bombardeo continuo al que los muchachos están expuestos. Esta es una generación que no puede esperar; lo quiere todo al instante y si no, lo ignora. La literatura moderna debe ser una carrera de obstáculos.

En Bolivia, tenemos escritores con obras de calidad y elementos propios: personajes fantásticos, un sinnúmero de escenarios exóticos además de magia propia. Estos tres elementos, unidos a una narrativa actual, ágil y divertida puede evitar que nos borren la memoria y la cultura. Debemos lograr que los niños, desde muy pequeños, sepan de donde vienen, a qué país pertenecen, cuál es la cultura que los representa y, en el futuro, sepan defender sus principios.

No es el propósito de este trabajo demostrar que lo expuesto sea la respuesta infalible para una mejor literatura infantil–juvenil. Este es el resultado de una experiencia que en Bolivia ha logrado una buena receptividad y disfrute de textos literarios dedicados a los niños y adolescentes que pertenecen a la tercera década del siglo XXI y que son los protagonistas del nuevo milenio.

 

           

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                         

Compartir en:

Comentario