Víctor Montoya es autor de numerosas obras literarias, ha cultivado la novela, el cuento, el ensayo y la crónica periodística. Es uno de los principales investigadores de la literatura infantil boliviana y universal, es parte de la Academia Boliviana de LIJ y en esta oportunidad nos entrega un trabajo amplio y profundo sobre los 15 precursores de la LIJ boliviana.
Un importante prólogo en su obra, nos permite una reflexión sobre el papel de la literatura infantil y juvenil, el desarrollo de la niñez y la identidad cultural de un pueblo, que brinda una mirada sobre la historia y las características que acompañan a los autores.
La propuesta de literatura para los niños fue cambiando en el tiempo de acuerdo a la noción de niñez que la sociedad iba acuñando. La elaboración de libros que iban por el camino del didactismo y de acompañamiento a la enseñanza se modificaron para que sea más un disfrute y una ventana que pudiera dar alas a los lectores.
Los precursores de la LIJ boliviana se esforzaron en una mirada a su país, a producir sin mayor ambición que la llegada a niñas y niños. Las instituciones estatales actuaron indiferentes a estas propuestas que nacían sin cesar en varias ciudades de la patria.
Montoya ha seleccionado a quince autores de LIJ bolivianos que empezaron a escribir y divulgar sus obras a principios del siglo XX. Cada autor cuenta con el contexto en el que desarrolló su obra y también se acompaña con parte de su obra o fragmentos de la misma.
Inicia el estudio con Antonio Díaz Villamil que se desempeñó como “cuentista, novelista, dramaturgo, tradicionista, historiador y educador. Participó en la Guerra del Chaco, en cuya zona de operaciones dirigió ‘La Trinchera’, el único medio de comunicación que distraía y estimulaba el valor de los soldados bolivianos”. Villamil trabajó en varias instituciones educativas, fomentó e impulsó el teatro y las artes. Su obra más conocida, “Leyendas de mi tierra”, tiene la “Leyenda de la coca”.
Joaquín Gantier impulsó el teatro escolar y pedagógico y “estaba convencido de que el teatro era un recurso incuestionable en la formación integral de los educandos, ya que promovía la creatividad, estimulaba la inteligencia emocional, fortalecía la autoestima, la interrelación entre individuos y que, además de desarrollar la imaginación y capacidad lúdica de los niños, ayudaba a inculcar valores como la equidad de género, el compañerismo, la solidaridad y, en el mejor de los casos, generaba debates en torno a temas como la discriminación racial y el acoso escolar”. Autor poco conocido en su aporte a la literatura infantil, elaboró una serie de biografías de personajes de la Independencia. La obra “En la escuela rural” es parte de su propuesta literaria.
Ema Alina Ballón, poco conocida en su obra para niños, se desarrolló como sonetista y compositora musical. “Se dedicó a cultivar el soneto y a tratar temas universales como la vida, el amor, la muerte y otras inherentes a la condición humana”. La limitada difusión de su obra no permitió darle el valor que merecía. Se la recuerda con la poesía “Ronda de pollitos”.
Yolanda Bedregal, “poeta, narradora, ensayista, escultora y promotora cultural, cultivó casi todos los géneros literarios: poesía, cuento, novela, ensayo y escribió artículos en la prensa”. Con un reconocimiento nacional e internacional difundió su obra, que está vigente a través de la edición por parte de su familia. Hay poemas muy célebres como “De que estará hecha la luna” y “Balada de la araña fea”.
Paz Nery Nava fue “educadora, poeta, novelista y trabajadora social”. Gran impulsora de la defensa de los derechos de los niños y de las mujeres. Muy difícil de conseguir ejemplares de su obra, dejó sobre todo poemas. La recordamos con la poesía “El zapato”.
Rosa Fernández de Carrasco fue “profesora, poeta y autora de literatura infantil”. Desde el inicio de su carrera se acercó al teatro como el género más importante para escribir. Los temas fueron diversos y con una gran dosis de humor y picardía. Fundó el Departamento de Teatro Infantil del Ministerio de Educación, desde el cual impulsó numerosas presentaciones en diversos lugares de Bolivia. La poesía “Torta de cumpleaños” y la obra “El ratón Pérez se cayó en la olla” forman parte de su obra.
Óscar Alfaro es “figura cimera de la poesía infantil y juvenil del siglo XX. En su condición de educador y militante revolucionario, no dejó de reflejar a través del arte de la palabra escrita su más airado repudio contra las injusticias sociales, la discriminación racial y el despotismo de los poderes de dominación”.
Alfaro escribió pero también se dedicó a difundir su obra, de manera personal, en escuelas y colegios, en escenarios del extranjero y utilizó sus propios recursos para elaborar versiones de bajo costo y asequibles al público infantil. Queda en la memoria de varias generaciones “El pájaro revolucionario” y la poesía “Madre proletaria”, dedicada a Juana de Ibarbourou, entre otras.
Antonio Paredes Candia fue “escritor, titiritero y folklorista. Dedicó su vida al estudio de las culturas y tradiciones de Bolivia”. Fue impulsor de las Ferias del Libro y creó su propia editorial Isla, desde donde desarrolló la diversidad de temas que fue recopilando en sus numerosos viajes por el país. Tanto su biblioteca personal como colecciones de pintura y escultura forman parte del Museo Paredes Candia, situado en EL Alto. La obra “Sambo Zalvito” fue la de mayor difusión.
Elda Alarcón de Cárdenas, “poeta, narradora, ensayista y docente normalista, es la primera autora que se animó a escribir un ensayo titulado ‘Literatura Infantil’, que ella misma aplicó como material de estudio en la cátedra que dictó en el Instituto Superior Simón Bolívar de la ciudad de La Paz”. Es importante mencionar que ella tradujo algunos de sus poemas y cuentos al aymara. Acompaña su biografía el poema “Doña Primavera” y “Manuelito de la Candelaria”.
José Camarlinghi, “novelista, poeta, cuentista y editor”, impulsó la Colección Popular de libros y fue impulsor, con otros colegas, de la primera feria de autores bolivianos. Su obra es reducida pero muy importante. Entre los títulos está “Cuando era yo trencito”.
Beatriz Schulze Arana “cultivó la poesía y la prosa breve. Se cuenta que escribió desde su niñez hasta su muerte”. Dedicada a promover la literatura infantil e impulsar la obra de sus colegas. Pocas obras han recogido su fecundo trabajo. Podemos apreciar su delicadeza en la poesía “Mi escuelita”.
Gastón Suarez, “cuentista, novelista y dramaturgo”, realizó una gran diversidad de trabajos, lo que le permitió conocer Bolivia y a sus habitantes. Así nacieron sus obras como un reflejo de la situación del ser humano en los diferentes contextos geográficos. Conocido y reconocido por su obra “Mallko”.
Alberto Guerra fue “poeta, investigador cultural y profesor”. Su relación de trabajo y compromiso con las minas le impulsó a escribir poemas inspirados en y para los niños mineros. Impulsor de numerosas actividades culturales en Oruro le dieron un sitio especial. Es muy emotivo su poema “Canciones para dormir a los niños mineros”.
Hugo Molina Viaña fue “profesor, poeta y escritor de literatura infantil”. Su vida estuvo ligada al quehacer de la enseñanza y educación. Su dedicación a la LIJ le permitió crear e impulsar la sección Bolivia del IBBY Internacional. Participó en numerosos congresos y conoció a una gran diversidad de autores internacionales. Actualmente se ha instaurado el premio Hugo Molina, que otorga el Comité de Literatura Infantil y Juvenil de Oruro. Muy reconocido por su obra “Martin Arenales”.
Velia Calvimontes, “escritora y profesora de idiomas”, es una de las autoras más prolíficas. Su obra es conocida internacionalmente. Decidió crear su propio camino de edición y participa activamente en la Ferias del libro en Bolivia. Su personaje “Babirusa” forma parte de la serie de sus cuentos.
Víctor Montoya describe el momento histórico, social, político y cultural donde nace el autor y su obra, lo que permite conocer los límites de ese entorno y la fuente de inspiración para sus creaciones. Este recorrido de la mano de los 15 precursores de la LIJ nos muestra un camino muy difícil que solo con la decisión y firmeza de los autores se ha podido llevar adelante. En su mayoría maestros sensibles y con una mirada inquieta por la niñez, han escrito su obra sintiendo a un país a través de las niñas y niños, sabiendo que no existían recursos para sostener su producción, frente a un Estado despreocupado por impulsar la LIJ. Vivieron un gran vacío de editoriales estatales y privadas que pudieran impulsar obras y autores, sin bibliotecas ni planes de lectura que promuevan esta gran labor. Los 15 precursores se debatieron en un áspero y solitario ambiente, pero no dejaron de crear espacios, organizaciones, actividades en las cuales ofrecieron generosamente su arte.
El mayor signo de nuestra LIJ es el enorme esfuerzo de sus componentes hasta el día de hoy, la firmeza de su compromiso y la continuidad de su obra pese a los enormes vacíos. Aún no se cumple plenamente el derecho a la lectura y al disfrute de la misma. Falta un Plan Nacional de lectura que esté consensuado, con plena participación de todos los sectores involucrados. Hay la urgente necesidad de libros en los principales idiomas maternos. Faltan Bibliotecas y proyectos de lectura. Y un enorme pendiente al no tener la materia de Literatura Infantil en la Facultad de Literatura, en las Normales Superiores, en las Universidades Pedagógicas, que estimule la LIJ. ¡Nos falta mucho! Un reconocimiento especial a editoriales nacionales que están impulsando a autores y sus obras.
15 precursores de la LIJ boliviana es un gran aporte para los estudiosos y especialistas de literatura, pero sobre todo para recordarnos que aún hay pendientes profundos en esta materia, porque “La literatura infantil y juvenil sirve para formar la personalidad de los niños y adolescentes, para estimular la fantasía en ciernes y el desarrollo lingüístico, emocional e intelectual”, como afirma Víctor Montoya.
TITULO: 15 precursores de la LIJ boliviana
AUTOR: Víctor Montoya
EDICIÓN: primera, julio 2021
EDITORIAL: Grupo Editorial Kipus