Escritor cubano
Aparte del testimonio, documento en el que predomina el elemento histórico por sobre los recursos ficcionales, el género literario que más se puede relacionar con la historia es la novela.
La llamada novela histórica se considera un subgénero narrativo que se configuró en el romanticismo del siglo XIX y que ha continuado desarrollándose con bastante éxito en los siglos XX y XXI. Utilizando un argumento de ficción, como cualquier novela, tiene la característica de que éste se sitúa en un momento histórico concreto y los acontecimientos históricos reales suelen tener cierta relevancia en el desarrollo del argumento. La presencia de datos históricos en la narración puede tener mayor o menor grado de profundidad. También es habitual que este tipo de novelas tengan como protagonista a un personaje histórico real a través del cual se desarrolla la ficción.
Al surgir y desarrollarse en América Latina la literatura infantil esta tuvo un carácter utilitario en función de la formación ideológica de sus lectores, ya que al coincidir con los movimientos independentistas de diferentes países, entre los primeros libros publicados aparecieron los temas históricos, y en ellos, las biografías de caudillos independentistas, las anécdotas patrióticas y la épica libertaria como una manera para la formación y/o reafirmación de la identificación nacional en los niños.
Baste mencionar a manera de ejemplo los, bien elocuentes, títulos: Diálogos patrióticos, del argentino Bartolomé Hidalgo; La leyenda Patria (Imprenta La Reforma. Montevideo, 1878), libro de poesía de Juan Zorrilla de San Martín; Compendio de historia argentina al alcance de los niños (Casa Valle. Buenos Aires, 1880), de Juan María Gutiérrez; Romancero colombiano en honor a Simón Bolívar, de autores varios; Cuentos patrióticos y episodios históricos, del argentino Varela Oro y Enriquillo, del dominicano Manuel de Jesús Galván, que relata la rebelión de un indio contra los colonizadores españoles.
De esta época es también Vida de Dominguito (1866), del argentino Domingo Faustino Sarmiento, texto motivado por la muerte de un hijo suyo en la guerra de Paraguay que ha sido calificado como un libro “emotivo y tierno, de emociones viriles y de corte patriótico”.
No creo equivocarme si afirmo que si bien en la primera mitad del siglo XX no se siguió insistiendo en el tema histórico en los libros para niños y jóvenes, y es a partir de los años sesenta, dado la profusión y vertiginosidad con que se comienzan a producir hechos trascendentales en la vida política de muchos de nuestros países, que se retoma la historia como tema de interés literario, y este vuelve a aparecer con frecuencia en la literatura infanto juvenil.
Siguiendo una cronología del hecho histórico al que se refieren cito en primer lugar un libro álbum: 1492 (CEDILIJ. Córdoba, 1991), del argentino Jorge Cuello, que a través del dibujo y la palabra impresa nos remite al viaje de Colón y de los primeros contactos de los europeos con los aborígenes americanos, asunto que se refleja en El sueño de una conquista (FODEI. La Paz, 2002), de Elizabeth Johannsessen, con la llegada de los conquistadores a la zona andina; mientras que el cuento “Maria Sapeba” en el libro Barquinho de papel(Ática. Sâo Paulo, 1996), de la escritora brasileña Ana María Machado, nos cuenta de la vida de los aborígenes brasileños a la llegada, en 1500, de barcos portugueses, y del contacto que se establece entre los padre jesuitas y los nativos del lugar.
Ixtlahuamilli, de la mexicana María Teresa Domínguez Pacheco, libro ganador del Premio Barco de Vapor 2009 de México, ubica su acción en el imperio azteca prehispánico y, a través de una trama de ficción, permite al joven lector acercarse a esa época histórica.
En la serie La saga de los confines, la argentina Liliana Bodoc vuelve, con el vigor de una nueva épica, al descubrimiento y conquista de América. Esta serie está desarrollada en tres partes: Los días del Venado (Norma. Buenos Aires, 2000), Los días de la Sombra(Norma. Buenos Aires, 2002) y Los días del fuego (Norma. Buenos Aires, 2004).
María contra viento y marea (Fondo de Cultura Económica. México, 1994), de la mexicana Magolo Cárdenas, es una novela que narra la historia de una mujer española que participó en la conquista de México.
El comienzo del mestizaje que dio origen al hombre latinoamericano lo aborda la escritora ecuatoriana en su libro Entre cóndor y león (Alfaguara. Ecuador, 2004), ya que recrea pasajes de la conquista y fusión de las culturas europea y aborigen a través de un personaje histórico, hija de una princesa incaica y uno de los fundadores de Quito.
Destaca Canek (Editorial Gente Nueva. La Habana, 1973), de Ermilio Abreu Gómez, libro que con una prosa poética toma como referencia a acontecimientos ocurridos en México durante la etapa colonial que culminan con el proceso judicial a que fue sometido su protagonista en 1761, un indio que se sublevó contra el gobierno español.
La época colonial también se refleja en el libro Cuando La Habana era chiquita (Unión. La Habana 1983), del cubano Antonio Orlando Rodríguez, volumen con el que obtuvo el Premio Ismaelillo de 1979; este texto nos lleva a la historia de La Habana desde su fundación de La Habana, los ataques que sufrió por parte de corsarios y piratas, de su toma por los ingleses en 1762, hasta acontecimientos del siglo XIX en su libro.
El son del África (Fondo de Cultura Económica. México, 1993), del argentino Sergio Bizzio, es una novela de aventura enmarcada en la época de la trata de esclavos y muestra las condiciones socio políticas en que se desarrolla la esclavitud en Brasil.
Las gestas independentistas en las naciones latinoamericanas aparecen en Celestino en el tren (Navaro. México, 1983), de Magolo Cárdenas, que muestra las peripecias de un niño durante la guerra de Independencia de ese país. En Cuba esta época es abordado en Un héroe de once años (Editorial Gente Nueva. La Habana, 1968), de Renée Méndez Capota, y por Olga Fernández Valdés, en Dos días con el General Antonio (Editorial Gente Nueva. Ciudad de La Habana, 1981), libro galardonado con el Premio La Edad de Oro de 1980, recrea, a través de las vivencias de un niño, un pasaje muy especial de la Guerra de Independencia, y es cuando el General Antonio Maceo completa la invasión de la isla hasta el extremo occidental.
En J. R. Machete (Alfaguara. Quito, 2003), Edna Iturralde fusiona la ficción con importantes pasajes de la historia republicana de Ecuador y nos sitúa a finales del siglo XIX, durante la Revolución Liberal, en una narración que culmina en el encuentro del muchacho protagonista con el general Eloy Alfaro.
Entrando en acontecimientos del siglo XX reflejados en la literatura infanto juvenil puedo mencionar el libro Pé de guerra: memórias de uma menina na guerra da Bahía (Best Seller. Rio de Janeiro, 1988), de la brasileña Sonia Robatto, que se desarrolla en Brasil durante la Segunda Guerra Mundial. Su trama cuenta de una niña de siete años que es vecina y amiga del hijo de un matrimonio alemán residentes en el país; ella vivencia las hostilidades cotidianas que sufre esta familia, la que al final se ve obligada a mudarse a uno de los estados del sur de Brasil por la presión del vecindario y de las autoridades. La protagonista conoce los acontecimientos de la guerra por los comentarios de sus padres y se enfrenta al dilema ético de querer o no a su amigo extranjero.
Paso a paso. Vuelve, papá (Panamericana Editorial, Bogotá, 1995), de la colombiana Irene Vasco, es un libro donde se aborda el trágico fenómeno de los secuestros de familiares por parte de los paramilitares de su país.
El libro del chileno Roberto Skarmeta: La composición (Ekaré. Caracas. 1998) desarrolla una anécdota en época del gobierno militar en Chile en la que se denuncia los métodos de inteligencia usados por la policía para descubrir a los conspiradores contra el régimen. Este libro fue premio en el Concurso Por la Tolerancia 2002, de la UNESCO, en Francia.
Por su parte, la uruguaya Carolina Trujillo Piriz, en su libro De exilio, maremotos y lechuzas (Colihue. Buenos Aires, 1993), con el que obtuvo el Primer Premio en el Concurso Colihue de Novela Juvenil 1990, nos relata una historia personal ocurrida durante el gobierno militar en su país en que su padre fue preso y, ella siendo una niña, tiene que salir exiliada a Europa acompañando a su madre.
Otros ejemplos de esta temática lo son las novelas: El desertor(Editorial Quipu. Buenos Aires, 2000), de Macerlo Eckardt, que evoca la Guerra de Las Malvinas, denunciando lo absurdo e irracional de tal contienda bélica; y Las palomas mensajeras(Editorial Gente Común, La Paz, 2009), de la escritora argentina radicada en Bolivia Silvia Álvarez, es libro que nos lleva a la época de la dictadura argentina y aborda la situación de una niña que se queda al cuidado de los abuelos cuando sus padres deben salir exiliados a Europa.
Según Hugo Niño[1], la diferencia entre el discurso historiográfico, la historia y lo ficcional, sería una diferencia gradual, pues lo determinante es la forma como estas disciplinas se correlacionan,(p: 237).
La literatura, con su amplia gama de recursos narrativos va a enfrentar el hecho histórico de muy diferentes formas. En primer lugar, y como elemento más general, el tema histórico se puede abordar a través de los recursos propios de la literatura realista o de aquellos se nos conducen por los caminos de la fantasía.
Como ejemplo del primer caso, me gustaría mencionar la novela La turquesa y el Sol. Una historia de incas y chiriguanos, de Isabel Mesa (Alfaguara Juvenil. La Paz 2003), de la escritora boliviana Isabel Mesa, texto que desarrolla una trama de aventura con personajes y escenario perteneciente al mundo incaico; en él, los argumentos que se entretejen, no son exactamente lineales, pues existen tres voces narrativas con estilos de lenguajes diferentes, acorde a su procedencia epocal, y los escenarios temporo- espaciales cambian y se entremezclan. Varias son las historias personales que se siguen en el transcurso del libro: la de Paullu, sus pruebas de iniciación y su desarrollo como hombre; la de Cusi, la chiriguana, y su prisión en la casa de las vírgenes; y la asamblea de los dioses ante la cercanía del cumplimiento de profecías y augurios que anunciaban el fin del imperio inca y la llegada de hombres y nuevos dioses desconocidos; plano este último que no le resta el carácter realista del relato, dado las creencias de verosimilitud que los incas le daban al mundo mítico de sus dioses.
Por su parte en Te cuento una historia. el canal de panamá, (s/e Ciudad de Panamá, 2016) de las autora Irene de Delgado y Tensys Sánchez, se utiliza el recurso de la fantasía para, a través de recursos mágicos, llevar a los protagonistas a diferentes momentos importantes de la historia de Panamá, sobre todo en aquellos que de alguna manera tuvieron que ver con la construcción del Canal. La capacidad de estos niños: José, Scott y Lili, de usar baúles, escaparates, pantallas y otros objetos para llegar al lugar y el momento de los acontecimientos y regresar a la actualidad, no nos conduce a una detallada información realista de los hechos ni de las condiciones en que se presentan, más bien son una motivación para que, a través de la aventura de ficción que viven los personajes, el lector se interese y haga una indagación acerca de las circunstancias de los acontecimientos. Para ello, ahí van a aparecer como personajes secundarios los descubridores de Panamá y del océano Pacífico, el ingeniero francés creador del Canal, y se van a relatar, de manera sugerente y con un mínimo de información, la llegada de los chinos, la construcción de ferrocarril, la inauguración de la vía marítima y la situación actual del canal. En este libro se cumple la idea de Alejo Carpentier cuando planteó que:“... la función cabal de la novelística consiste en violar constantemente el principio ingenuo de ser relato destinado a causar placer estético a los lectores, para hacerse instrumento de indagación, un modo de conocimientos de hombres y épocas. [2]
De manera totalmente diferente al planteamiento de Carpentier, los cuentos que aparecen en Historias no históricas de la historia (Editorial Hermanos Loynaz, 2015), de mi autoría, el objetivo que persiguen es el de “causar placer estético” y los hechos y personajes históricos, reales o de pura invención, son pura justificación para la recreación del lector, lo que limita a la indagación histórica real. Los cuentos “El vengador u otro de los tantos amores trágicos de la historia” se inspiran en la trata de esclavos; “Una leyenda olvidada o el caracol perdido”, a la lucha de los aborígenes contra los conquistadores; e “Historias de animales”, a la formación de la nación egipcia.
Otros cuentos, sin respetar la cronología histórica, como ocurre en “Escuela de reyes”, reúne en una farsa a personajes reales de diferentes épocas; o recrea leyendas en “Surgimiento de una planta medicinal” y en “Anhelos de la humanidad”.
Termino con una idea expresada por María Isabel Larrea O., de la Universidad Austral de Chile, que nos dice que: Las concepciones actuales de la historia han comprendido que ella comparte con la literatura y con la cultura en general, su carácter de discurso, es decir, que los sucesos por sí mismos carecen de significado y que es la narrativización de los mismos (por medio del argumento y de los tropos del discurso), la que le otorga una dimensión moral. Esta concepción de la historia como metahistoria como construcción discursiva y memoria colectiva de los hechos del pasado, sostiene que, para representar la realidad en los discursos históricos, es indispensable la imaginación, el modo de tramar los sucesos y la concepción ideológica del historiador.[3]
Esta autora sostiene que a partir de tal concepción de la historia, la literatura hispanoamericana ha contribuido a leer la historia de América; y la literatura infantil y juvenil, digo yo, no ha quedado fuera de ello en su proceso escritural.