A PROPÓSITO DE UNA NOVELA DE GABY VALLEJO: TATUAJE MAYOR

A PROPÓSITO DE UNA NOVELA DE GABY VALLEJO: TATUAJE MAYOR

Ilonka es una joven adolescente que, al mismo tiempo que lee el diario de su abuela, vibra, se emociona, se desliza sentimental y sensualmente en sus evocaciones y fantasías. Se enamora, ama, se apasiona, vive.

Esas experiencias que contrastan con las negaciones que le presenta un mundo agresivo, violento, son el contexto en el que transcurren las vivencias de la iniciación en los escarceos del amor, los cuales son advertidos en las insistentes inquietudes del pensamiento y sentidos como aceleradas palpitaciones de la piel.

 Si en el amor,  múltiples son los mediadores que convocan a los que se aman, en esta novela el signo convocante es, sencillamente, profundamente, el tatuaje.


El tatuaje destaca en toda la extensión de la piel. La mirada que avanza serena en la contemplación de esa superficie anhelante, siente un sobresalto cuando advierte una provocación que proviene de la disrupción en la continuidad de ese íntimo recubrimiento. Es que el tatuaje de manera contundente nos conmina a recordar que la piel es mucho más que una simple envoltura.  

 El tatuaje tiene sus secretos, sus recónditos misterios propuestos en clave y que solamente se hacen accesibles a quienes tiene la posibilidad de comprender esas marcas crípticas.


¿Por qué una persona decide llevar, mostrar, un tatuaje?, ¿qué miradas quiere convocar, provocar?, ¿cuál es el espacio elegido en esa geografía de la intimidad?, ¿cuál el ambiguo sitio desde el que quiere mostrarse y ocultarse?.  



  El sentido poético del tatuaje se define en el coincidente encuentro de tres elementos fundamentales: la figura (el tatuaje, el dibujo concreto), el contexto íntegro de la piel y las miradas que, en permanente dinámica, confieren sentidos, hacen historia de esa relación entre epidermis y trazo figurativo. 

  Es por eso que Sasturain, en el Libro del tatuaje, afirma que "Más de una historia sostiene el tatuaje. Arte y símbolo, construcción del propio cuerpo y figuración sagrada, impulso atávico y conmemoración vital". El tatuaje se vuelve un relato que transcurre en la piel del tatuado y que se llena de significados por obra y arte de la mirada.

  A veces se constituye en un intento de embellecer el cuerpo y otras de cargarlo de discurso. El tatuaje nos compromete no sólo con la figura tatuada sino con el tiempo que esa figura evidencia. El tatuaje es sentido pero en muchos también es placer y diversión. Este es otro de los relatos posibles. El del placer de la propia piel transformada en tatuaje.

  El tatuaje en la sociedad posmoderna es un reclamo actuado. Actualización y representación de una vivencia donde está presente el dolor. Constituye una escena delirante, punto de atracción de la mirada y  representación  restitutiva en el hoy, de lo traumático del ayer. El tatuaje es un presente que remite al pasado. Como tal, es producto, defensa y escena que se muestra. También, es huella simbólica y marca real en la piel. Constituye una forma de memoria-olvido, que desde una posición activa, convoca a mirar y ser mirado

  Estas breves consideraciones sobre el sentido y simbolismo del   tatuaje, son apenas algunas reflexiones para aproximarme a uno de los personajes de la novela de Gaby Vallejo titulada EL TATUAJE MAYOR. Me refiero a Ilonka, una muchacha joven que  enamorada de Andrés, de manera poética refleja ese acercamiento amoroso que en un diálogo en el que se construye la historia sentimental de un momento amoroso cuando el muchacho de quien está enamorada, Andrés, le manifiesta que quiere tatuarla.

  Dice Ilonka a propósito de la posibilidad de ser tatuada por Andrés:

                     "Me electriza la idea de tenerlo en  mi bajo vientre. Ha ofrecido entregarme un diseño. Sería un secreto, en un lugar íntimo como dice él. Mis padres no pueden saberlo. Abuela, podría suceder algo grave si mi padre supiera mis intenciones. Pero, claro que si lo decidiera, sería, sin padre o con padre, sin madre o con madre. Sería yo, mi vientre y él".

  Ilonka y Andrés, en un diálogo intenso elaboran la historia inaugural del tatuaje que habrá de portar ella:

  - Eres bella. El tatuaje te va a quedar muy lindo.

- Veremos. Aunque no podré observarlo directamente sino en

         el espejo.

- No lo muestres a nadie más que a mí. Es mi tatuaje.

- No seas  vanidoso. Es mío. Tú sólo has puesto tu arte, tus

         tintes, el dibujo.

 - Sí, pero está en mi cuerpo.  - Eres  tonto. Es mi cuerpo. - Pero cuando lo toco, es mío.

- Aún así, es mío, porque tú te puedes ir, te puedo reemplazar.

         Mi cuerpo no se va de mí.

 - Solamente te presto, mientras estás en la calle,  lejos de mí.  - Eso es lo que crees.   Cuando el tatuaje ya es evidencia en la piel, éste se nutre de sentidos porque es el mediador de las pasiones.

 "Dejó que Andrés le abriera el cierre, bajara los dedos hasta sentir el tatuaje, lo acariciara. Estaban unidos por él. Antes que Andrés llegara a su vida, no tenía el tatuaje. Andrés había añadido aquello que ahora era parte de su cuerpo, para siempre. Era un nexo extraño, nuevo, nacido del amor, aunque él se fuera de su vida"    Por ellos es que Andrés, refiriéndose a Ilonka, escribirá en las paredes:

    Eres: el verdadero tatuaje de mi vida.

  Como en algunas trágicas historias de amor, los anhelos sentimentales de ambos protagonistas, Ilonka y Andrés, está marcado por la imposibilidad. No obstante, esa negación no conduce al escepticismo sino a la idea de reafirmación del amor como valor fundamental de las personas. 

Si en el tatuaje vibra toda la piel, en esta novela la intensidad emocional se manifiesta en aquellas páginas que narran el encuentro de amor de Ilonka y Andrés. La dimensión del tatuaje se define por la intensidad emocional de quienes concurren a su contemplación.  Los sentimientos y las emociones por parte de quienes lean este intenso relato, así lo confirmarán.

Autor: Carlos Vera Vargas

Publicación: Página web: www.ablij.com 4/1/11

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