Cuentos con esperanza
Cuidadores del Guadalquivir
Liliana De la Quintana
Cuentos con esperanza y Cuidadores del Guadalquivir son dos libros auspiciados por el Ministerio de Medioambiente y la Cooperación Alemana, y escritos por Liliana De la Quintana. ¿Quién mejor que Liliana para hablar del cuidado del medio ambiente a los niños? Ella es la voz autorizada para abordar este tópico, porque su literatura siempre estuvo ligada a difundir la diversidad cultural y el cuidado de la naturaleza. Ella conoce el tema porque se dirige a los lugares que serán parte de su contexto literario, se conecta con la gente e investiga. De esa manera, al escribir, toma en cuenta la visión que tienen las mismas comunidades sobre los problemas de su entorno.
Ya en el año 2005, Liliana De la Quintana fue parte de un proyecto de cuentos cuyo objetivo era que tanto niños, niñas y adolescentes aprendieran a tomar previsiones para asegurar la vida y el bienestar de los pobladores, y así tratar de disminuir los niveles de riesgo en relación con los deslizamientos, incendios e inundaciones. Los cuentos que escribió entonces llegaron a los jóvenes lectores de una forma original, a través de los mismos elementos de la naturaleza quienes cobraban vida para advertir a la comunidad lo que estaba por suceder.
Hoy, Liliana De la Quintana nos regala dos libros que llevan al lector a la reflexión de cómo vivir en un mundo mejor. El libro Cuentos con esperanza tiene como destinatario a niños pequeños y cuenta con dos relatos cortos ambientados en la zona de las cuencas del Azero del departamento de Chuquisaca.
El primer cuento, “La gran reunión del bosque” convoca a varios animales que se quejan de una gran sequía que afecta a toda la región, por lo que no hay alimento ni agua ni peces en los ríos, y hasta los mismos humanos están desesperados por recibir a la lluvia. Los animales saben que el desastre es irreversible y que durará muchos años. Uno de esos días, llega un colibrí con una buena noticia; ha encontrado un hermoso lugar donde todos podrán reiniciar su vida si es que están dispuestos a cuidar de la naturaleza como se debe.
“Señales del cielo” es un relato en el que el lector aprenderá de los habitantes de la comunidad cómo los mismos animales, quienes a través de señales muy peculiares, anuncian sobre el clima, la siembra y la cosecha. De esa manera, los campesinos saben cuándo poner la semilla y cuándo recoger los frutos. Por otro lado, los abuelos enseñan a los más jóvenes a alimentar a los vientos para evitar que estos se lleven a las nubes de lluvia. Sin embargo, no todo en la actualidad es como antes. Ahora en el pueblo también están las personas que talan árboles, echan basura y destruyen los bosques. Uno de los jóvenes, que en un principio estaba totalmente decidido a irse a la ciudad, al ver la cantidad de problemas que tiene su comunidad opta por tomar acción y hablar con la nueva alcaldesa para entre todos colaborar y así mejorar la calidad de vida de los habitantes del lugar.
El segundo libro, Cuidadores del Guadalquivir, está destinado a niños mayores, con textos más largos, y ofrece tres relatos.
En “El corazón del Guadalquivir” el personaje principal es Rosalía, una niña que cumple 8 años en una maravillosa fiesta organizada por su padre. Sin embargo, la fiesta se empaña con la aparición del duende. De la Quintana rescata a este personaje de la tradición oriental –aunque también de la zona del chaco y Tarija–, que según las leyendas es un hombrecillo con un sombrero grande, una túnica blanca, al que nunca se le ve el rostro y que llora como una criatura. Aparece a la hora de la siesta y tiene afición por los niños de corta edad a quienes se lleva. Como es conocido como un personaje malicioso, cuando aparece en la fiesta de Rosalía todos los invitados huyen, pero en realidad el duende busca a Rosalía porque algo grave ocurre con la naturaleza y está triste: el río Guadalquivir está muriendo. Rosalía consigue llevar a su padre hasta el río y ven que éste se ha convertido en un basural y que, además, son los camiones de la empresa de su padre los que están sacando piedra y arena del río. El duende le dice a Rosalía que al hacer esto le están arrancando el corazón al río. El padre de Rosalía toma conciencia de la situación y logra que en grupo el pueblo ayude a la limpieza del río.
Otra hermosa tradición que también es compartida con otras comunidades como es la de los Chipayas, es la que se transmite en “Sirenas del Guadalquivir”. Cuando llega el carnaval, los músicos alistan sus instrumentos y los llevan al río Guadalquivir para que las sirenas que lo habitan afinen los erques, cajas y violines. Pero Roberto, integrante de una de las bandas, no cree en esto y se lleva el suyo a casa. Por la tarde sale con sus hijas a pasear por las orillas del río y allí encuentran a una sirena que pide ayuda porque no tiene agua para beber. Illari, la niña con cola de pez les dice que las demás sirenas abandonaron el río porque éste se ha quedado sin agua. La familia lleva a la sirena a casa y la ponen en la tina. Illari, aliviada, se pone a tocar la caja y con su música llama a la lluvia. El Guadalquivir se repone en días y días de mucha lluvia, y las sirenas retornan para afinar los instrumentos que darán música al carnaval.
El cuento “Las curanderas” es un precioso relato que une la medicina tradicional con el cuidado del río Guadalquivir. Un año que la sequía deja sin agua al río tarijeño la gente del pueblo decide sacar a la Virgen en andas para pedirle que llueva. Angélica, una joven del lugar que trabaja en la ciudad, llega al pueblo para ayudar en los ruegos. Por la noche, la joven y un grupo de mujeres van al río llevando distintas plantas medicinales que están seguras curarán al río. Una vez que todas han mezclado sobre las piedras cercanas al río la medicina curativa:
El río empieza a cambiar de colores, de tonos, de olor, de subidas y bajadas. Se va desperezando, se va calmando, va recibiendo la medicina lentamente y también va descansando en alguna orilla (Pág. 25).
Días después, la lluvia riega el suelo tarijeño y Angélica puede volver a la ciudad segura de que su gente aprendió que hay que cuidar el agua del río Guadalquivir sobre cualquier cosa.
En estos dos libros, la autora separa dos distintas edades de lectores. Cuentos con esperanza está destinado a los más pequeños y sus relatos son cortos y concretos. En ambos textos utiliza animales, –siempre más próximos a los niños pequeños–, para desarrollar sus historias. El lenguaje es muy sencillo y va acompañado de mucho diálogo y poca descripción para facilitar la comprensión lectora.
Cuidadores del Guadalquivir es un libro para niños mayores, con textos más largos y contexto más citadino. La temática, que introduce a varios seres mitológicos que son de la tradición local, se explica de una manera adecuada rescatando leyendas poco conocidas para los niños de otros departamentos del país; siempre con el respeto a las creencias de cada comunidad.
Las ilustraciones de Miguel Burgoa acompañan de manera armónica a los textos de la autora. En el primer libro los animales se ven amigables y divertidos. Sobre una gama de colores ocre, café y amarillo resaltan pequeños toques multicolor que fijan la vista del niño en ciertos detalles del paisaje. Dentro de una línea moderna, en el segundo libro, el ilustrador muestra las tradiciones con sutileza. Tienen hermosos detalles como el escaparate de alimentos que la familia lleva a la plaza, las sirenas que rompen cualquier estereotipo de este ser mitológico, el agua del río que se desborda de una fotografía o los instrumentos esperando ser afinados durante la noche.
Cuentos con esperanza y Cuidadores del Guadalquivir son dos libros que forman parte de una decisión editorial acertada y que tienen que llegar a todos los niños de Bolivia.
Isabel Mesa
Abril, 2021
Autor: Isabel Mesa Gisbert
Publicación: Boletín Vuelan vuelan No. 131. Abril, 2021