Presentación de “El increíble legado de Leandro” – Claudia Adriázola
Carolina Loureiro
Hace pocos meses leí un artículo de María Teresa Andruetto, una querida escritora argentina, en el que afirmaba que escribir un libro es recorrer el “difícil camino de encuentro hacia lo propio, que todo escritor verdadero emprende, aceptando los resultados de su búsqueda y aventurándose en lo que a la hora de comenzar su proyecto desconoce”.
Y estas palabras, inmediatamente hicieron eco en mi mente, porque me recordaron lo que Claudia alguna vez me contó sobre su propia experiencia de escritura. Ella me decía que cuando comienza una historia, no sabe cómo va a seguir, qué caminos va a transitar, qué final va a tener… y que lo maravilloso es poder escuchar esa voz casi ajena, una voz con vida propia, que va dictando, de alguna manera, la historia que se plasma en el cuaderno.
Y lo más hermoso para mí es que he podido ver muchas veces a mi querida amiga Claudia viviendo esa experiencia maravillosa. Con su pequeña libreta y con lápiz en mano ella traduce esa voz donde sea. No necesita un lugar tranquilo y apartado del mundo para oírla… porque en ella, la voz que la acompaña no es un susurro… es una voz potente, es una voz con personalidad definida, es una voz que no quiere quedarse callada nunca… y si la Clau está cuidando a sus hijos (Adri y Taís), la voz aparece… si está preparando alguno de los tantos eventos en los que entrega su tiempo, la voz le dicta nuevos capítulos… o si está viajando (no importa si en largas horas de avión o en escasos minutos de minibús), la voz agolpa palabras que piden ser llevadas al papel… o en medio de la noche, cuando se supone que debería descansar…
Y es que esa voz es, por supuesto, la voz de una riqueza interior desbordante… de una imaginación que no tiene límites, de un mundo de fantasía que Claudia ha ido tejiendo desde su niñez y que, por suerte para todos los lectores, ella no ha abandonado jamás.
Y volviendo a las palabras del principio, creo que en Claudia esa voz es también un camino de búsqueda permanente, la búsqueda que, ojalá, los seres humanos nunca abandonemos porque es la que nos permite crecer… descubrir mundos ocultos… mirar más allá de lo que vemos en la vida cotidiana… encontrar los múltiples colores de esa piedra preciosa que, sin saber ni cómo ni por qué, llega a nuestras manos.
Y así comienza la historia de “El increíble Legado de Leandro”, con una piedra o una perla de gran tamaño, que exhibe la diversidad de su esencia según la toquen los distintos rayos de luz… una piedra que encierra un misterio y que, en el libro, inicia el relato de la aventura de Felipe y sus amigos, un grupo de adolescentes que desde la “Constelación” o condominio que habitan, van hacia el bosque del norte en el que acampan y encuentran la primera pista para comenzar la búsqueda que, en un tiempo anterior, emprendió el propio tío abuelo Leandro.
Desde ese campamento, el relato adquiere un ritmo increíble y las sensaciones se van despertando intensamente en nosotros, los lectores, que nos unimos a la pandilla y abrimos con ellos los ojos ante las pistas que aparecen en el cuaderno de tapas negras (y después en el de tapas rojas) o nos alegramos con los descubrimientos que hacen, o percibimos en nuestra piel el miedo de enfrentarnos a lo extraño y a lo desconocido.
Por supuesto, no voy a contar la historia... porque no les quiero quitar el placer de que ustedes descubran toda su belleza al leerla.
Pero sí quiero rescatar la manera en que la autora va entretejiendo los distintos planos espaciales y temporales, con voces diferentes. Una voz en primera persona, que es la del protagonista adolescente, y la voz de un narrador omnisciente que nos trae las vivencias de un tiempo anterior, en el que se inicia el misterio. Estos planos distantes, se unen de una manera bellísima en algunas escenas que muestran cómo las personas pasamos por el escenario de la vida, mirando, casi sin darnos cuenta, los elementos que entretejen los hilos del universo, más allá de nuestro caminar.
Así, en un capítulo lleno de ternura… y en una noche estrellada, Felipe le dice a la hermosa “Palito”:
- El cielo está lleno de constelaciones, igual que el lugar donde vivimos.
- La persona que ha escrito ese cuaderno, o sea tu tío Leandro, debe haber venido acá muchas veces. Aquí debe haber concebido el nombre del condominio. Seguro se quedaba viendo, al igual que nosotros en este momento, estos cielos tan magníficos…
- Tienes razón. (responde Felipe) Las mismas estrellas y la misma Luna. Siempre son las mismas. Pero las personas pasan. Las personas vienen a este mundo y luego se van. Mientras que en el cielo todo permanece casi siempre en el mismo lugar. ¿No es acaso curioso pensar que es este el mismo cielo, la misma Vía Láctea, la mismísima Luna que hace muchos años observaron nuestros antepasados?
Sin duda, esto es así en el relato y en la vida misma. Las personas pasan. Pero seguimos unidas a ellas por las experiencias comunes, por ese aire mágico que muchas veces no vemos, pero que Claudia nos lo trae de manera límpida, para que acompañemos a estos chicos al bosque del norte y descubramos las maravillas indescriptibles de la naturaleza, la riqueza por la que vale la pena aventurarse, los susurros de quienes ya nos han dejado… como los del tío Leandro, que desapareció misteriosamente, o del abuelo Belisario, o de la hermosa abuela Julieta, llena de vida y desbordante de ternura… de esa abuela que extiende su cariño hacia toda la pandilla y nos abraza a cada uno de nosotros, para recordarnos a nuestra propia abuela y a todos aquellos que sembraron magia y ternura en nuestra niñez y adolescencia.
Podría decir muchísimas cosas más del libro, porque realmente me ha despertado sensaciones profundas y secretos de niña escondidos en el alma. Pero sería muy extenso.
Por eso, quiero terminar diciendo GRACIAS Clau, por entregarnos tus secretos, por llevarnos a los mundos fantásticos que habitan tu interior, por enseñarnos a soñar, y por despertarnos las ganas de seguir encontrando piedras preciosas y seres extraordinarios en los bosques interiores que están a unos pocos pasos de los laberintos en los que nos encontramos en la vida cotidiana. Gracias por regalarnos tanto. Gracias infinitas por tu Palabra escrita.
La Paz, 19 de noviembre de 2017
Autor: Carolina Loureiro
Publicación: Presentación del LIbro. 19 de noviembre, 2017