Carlos Vera, reconocido autor boliviano por su obra para niños y adolescentes, profesor de literatura y psicólogo, obtuvo varios premios literarios. Entre ellos el Premio Nacional de Poesía (1986 y 2009), Premio Nacional de Novela Juvenil por El vuelo del murciélago Barba de Pétalo; finalista en el Premio Andino de literatura infantil Enka (1994) y en el Premio Norma-Fundalectura (2003) con su obra El sombrero blanco del señor que no era mi tío.
A través de la novela corta El sombrero blanco del señor que no era mi tío, Carlos Vera nos cuenta una maravillosa historia, en la que Abril descubre y siente el dolor de ser hija adoptiva.
Un cierto día, sus propios primos le hacen saber que como ella era una hija adoptiva, ellos resultaban sus primos adoptivos. A partir de este descubrimiento, todo el mundo de Abril se desmorona y ella siente que todo ha cambiado, que ya nada, ni siquiera su nombre, le pertenece; se siente perdida y sobre todo muy triste.
Por suerte, justo por esa época aparece el tío “adoptivo” de Abril, el señor Guillermo, hermano de su padre adoptivo, Gustavo. Este misterioso tío, que en realidad “no era su tío” tenía una profesión muy extraña, era un “aerofotogrametrista”, es decir aquel que le saca fotos al planeta Tierra, no desde cualquier lugar, sino desde el mismo cielo, para realizar planos y mediciones. Y para ello, Guillermo solía planear con su amigo piloto, Ramonró, en la Libélula Amarilla, un aeroplano.
Este aerofotogrametrista, quien nunca se sacaba su sombrero blanco, sabía acerca de los caprichos de los vientos, y acerca de unas terribles bestias del Bestiario. Y no sólo sabía sus temibles nombres, sino que podía reproducir sus sombras en la pared; además de las sombras de otros animales e insectos, claro.
Es así que Carlos Vera, por medio de la magia de este personaje, del tío que no era realmente el tío de Abril, logra mostrar al lector toda la angustia y temor que ella experimenta. Angustia al descubrir que ella no era quien creía que era, y temor de que sus padres adoptivos no la quisiesen como ella creía. Estos sentimientos tan potentes son magistralmente abordados en el temor que va sintiendo Abril al ver las bestias del Bestiario de Guillermo, y al mismo tiempo van siendo curados o transformados gracias al mismo personaje quien le hace descubrir que lo más importante es el amor.
Esta obra que trata de una manera tan dulce y mágica el tema de la adopción, tiene un lenguaje totalmente apropiado, reflejando la poesía y la belleza de esta situación. Carlos Vera, como ya es característico, también hace magia con las palabras, juega con ellas y con sus sonoridades, inventa trabalenguas y crea imágenes, haciendo que el lector goce al máximo de la lectura:
“Verulamia repitió algo acerca de las asustadas azucenas de la ensenada y Guillermo empezó a mover rápidamente las manos para formar las sombras pequeñitas pero inquietas de dos mariposas que se elevaban por los aires, mientras Hilarión daba brincos tratando de alcanzar con sus patas cortas a ese par de bichitos alados”.
A lo largo de toda la novela palabras como: La Veleta del Gallo, la Bóveda Celeste, la Libélula Amarilla, Mantícora, Hidra, el Patio del Limonero, la Rosa de los Vientos, nos invitan a soñar y a jugar con el sombrero blanco del señor que finalmente sí fue su tío.
Las ilustraciones en blanco y negro de Sheila Alvarado reflejan la magia que producen las sombras y que hacen al sentimiento de temor de la protagonista.
Definitivamente una obra llena de poesía y encanto que de una manera casi imperceptible logra abordar los sentimientos y las situaciones más complicadas de una adopción. Carlos Vera quien es un maestro del lenguaje, también es un profundo conocedor del alma humana, específicamente el alma de Abril, una niña adoptiva.
Autor: Verónica Linares
Publicación: En el libro "Los Recomendados: una década de LIteratura Infantil y Juvenil boliviana 2000-2010" de la Academia Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil