Lo más oscuro del bosque
Por Mariana Ruiz Romero
Cuando la primera parte de esta novela salió a la luz, con edición de La Hoguera en 2009 recibió muchos y positivos comentarios. De La Dueña de nuestros sueños Isabel Mesa comentó: "Irene y Alexandra viven en el campo, en casa de la abuela Kika. Erland, un primo, llega de la ciudad para quedarse con ellas durante las vacaciones de fin de año. Entre los tres van descubriendo cosas fantásticas en el bosque: Los tres muchachos conocen a Ena, una joven guaraya que llega a trabajar en casa de la abuela Kika y que a los chicos les parece una verdadera bruja […] Irene y Alejandra pasan unas maravillosas vacaciones junto al primo Erland hasta que llega el día en que Erland debe regresar a la ciudad. Probablemente, él volverá la próxima vacación, pero algo le dice a Irene que nada será igual porque los tres habrán crecido. […] Los tres niños, a punto de convertirse en adolescentes, encuentran en Ena a la dueña de sus sueños, probablemente los sueños que surgen de los últimos juegos infantiles. Giovanna se introduce en una literatura infantil surrealista de acciones lúdicas que cruzan sutilmente la línea entre la fantasía y la realidad, límite que ni los mismos chicos logran distinguir".
En esta segunda parte los chicos han crecido, vaya que sí. Estas vacaciones que comienzan ahora serán muy distintas a las pasadas. Kika ha muerto y les ha dejado en herencia la casa del campo. Erland lucha con una profunda depresión, Irene con la rabia que siente por el divorcio de sus padres y Alexandra con sus adicciones. Es hora de perder la inocencia, tal vez, de perder la virginidad, (si no en un sentido literal, sí en uno metafórico). La vida se abre ahora ante los tres como algo que es a veces doloroso e injusto. Sin embargo, no carece de belleza. El lirismo de la prosa de Rivero es algo que se destaca, tanto en sus descripciones de sentimientos como de sensaciones.
"[…] adentro de las chicas un latido nuevo, la floración de un impulso, la levadura y no la espuma, el tallo invisible de una flor carnívora, la flor misma, en fin, van tomando los músculos y los sueños, y transformando todo a tal punto que una es ya una extraña para sí misma. Esa que te mira con los ojos húmedos desde el espejo ya no sos vos. Esa que antes se movía con soltura, en absoluto control de sus articulaciones, está presa ahora de un cuerpo que la domina, a veces sangrante, a veces simplemente feliz".
Irene quiere, también, acompañar a Erland, sacarlo de su bipolaridad, de su tristeza sin fondo. De alguna manera, me parece que, a ratos, es un homenaje a la canción Nube Negra de Joaquín Sabina, esa que dice:
"cuando juego mi muerte al verso que no escribo,
cuando sólo recibo noticias de la muerte,
cuando corta la espada de lo que ya no existe,
cuando deshojo el triste racimo de la nada.
Sólo puedo pedirte que me esperes
al otro lado de la nube negra,
allá donde no quedan mercaderes
que venden soledades de ginebra".
Sólo que la descripción en boca de Irene es mejor, es más como un rescate:
"Tuve que callarme. A veces, estar en silencio, escuchando la respiración del otro, estar ahí simplemente es todo lo que hay que hacer. Tampoco me atreví a abrazar a mi primo. Tenía miedo de tocarlo, de que se espantara como esos caballos que en pleno galope se topan con un espíritu y se encabritan. Pero si yo hubiera tenido algún poder, habría metido mi mano partícula a partícula, molecularmente, digamos, en su tórax acongojado para sacarle ese manto de agua que lo mantenía justo en la membrana entre el oxígeno y la ciénaga".
La comparación con Sabina va además, porque Giovanna aquí se atreve a escribir rap, poesía sincopada con mucho ritmo, imágenes y fuerza. Erland la escribe, la transmite, y se sacude la depresión mediante las palabras y el canto, con sus primas acompañándolo. Estos primos se quieren de verdad, y entre ellos hay una feroz ternura.
Sin embargo, el título de la novela no sólo alude a la oscuridad con la que batallan dentro de sí mismos. El casero y la casera tienen un sobrino, un "chico" sin nombre, y, también, tienen un secreto: Ena sigue viva, está guardada y escondida en el cuarto de atrás, porque ha tomado venganza por sus propias manos. Los conflictos de tierras y de intereses han llegado a la casa de campo, una niña ha sido violada y el resultado es un embarazo. La vida se demuestra impasible ante el horror del abuso, algo que finalmente los llama a la realidad y a la necesidad de pedir ayuda. El problema es más grande que ellos, y los padres deberán venir a apoyar, intervenir y tomar responsabilidad. Esta decisión implica el primer paso hacia la madurez de Erland y las chicas. Juntos, tal vez, puedan hacerle frente. A veces lo más oscuro del bosque es el lugar donde al fin te encuentras, (el fondo metafórico del pozo) desde donde no te queda otra que remontar, buscar más luz para tu vida, enfrentándote a la claridad con un nuevo conocimiento, con la pérdida de la inocencia de una vez a cuestas, ahora y para siempre.
Esta es, de alguna manera, una novela de iniciación, un rito y un pasaje, aunque la intención se diluya en las sensaciones. Con el conocimiento del abuso y la vista del resultado, la novela cierra de una manera agridulce. Sin embargo, la valentía de la autora en señalar este tipo de casos, (lamentablemente muy comunes) abriendo la puerta y tocando el tema en una novela juvenil es algo digno de notar. Felicitaciones entonces a Giovanna por un nuevo libro, un nuevo acierto.
Autor: Mariana Ruiz
Publicación: Boletín "Vuelan vuelan", No.73. Junio-Julio, 2015