Cuando conocí a Gladys tuve la sensación de estar con alguien con quien desde siempre hubiese habido un nexo. Al hablar con ella la reconocí como parte de mi familia, ésa familia que forman todos aquellos que nos ocupamos de la literatura infantil y que de algún modo tenemos algo en común: el deseo de llegar a los niños mediante historias que los conmuevan, los sorprendan, los alegren y los conquisten.
Ellos son siempre jueces más sinceros, más honestos y, por supuesto, más crueles que los adultos. Dan su fallo con una simple actitud fácil de leer. O mantienen nuestro libro en las manos y lo retoman una y otra vez, o lo dejan en la mitad, si tenemos la suerte de que lleguen a la mitad, sin más comentario.
Presiento que “Qatari y Asiru” y “El Rincón del Tigre Azul” en las manos de los niños tendrán un feliz destino.
Se trata pues de una colección de cuentos en tres tomos, de los cuales me honro en presentar dos, con bellísimas ilustraciones en la portada, a todo color y en el interior en color sepia, realizadas por el artista Alejandro Salazar.
El formato del libro y la diagramación cumplen con las condiciones de las cuales debe gozar un libro para niños: letra grande, espacios, aire y movimiento.
Tanto “El Rincón del Tigre Azul” como “Qatari y Asiru” contiene cinco cuentos cada uno, cuyas variadas temáticas logran despertar el interés de los lectores.
Gladys fue desde niña, según relata, una verdadera aventurera, como siempre en el mundo de la fantasía no hacen falta más que algunos elementos de la realidad para construir un mundo mágico en el que uno se sumerge y de ese modo pareciera que comienza a vivir en un mundo paralelo, en otro nivel simultáneo al del mundo real y, sin embargo, totalmente diferente. Gladys, orureña, halló en la estación, en los cerros, en los arenales y en sus lecturas, elementos básicos para vivir sus aventuras imaginarias, y más tarde, cuando la adolescencia le arrebató la infancia, supo que un papel y una pluma son suficientes para no perderla completamente.
Ser madre es otra experiencia que nos permite recuperar la infancia y ella supo aprovechar este destino de su feminidad para, con sus dos hijas, mujeres como ella, lanzarse de nuevo a la aventura de los sueños y realizar juntas viajes imaginarios en los cuales todo es posible. De ahí vienen estos libros, hijos del amor de madre y la complicidad.
A mí, sin embargo, me hace pensar que Cecé, “la mejor hija del mundo”, más allá de ser un personaje, es ella misma. Creo que Gladys hará lo mismo con sus nietos a la hora de tenerlos y con sus bisnietos, excelente pretexto para poder inventar historias y a través de ellas, seguir siendo esa niña aventurera capaz de enfrentarse a lo temido, lo deseado, lo rechazado, lo inquietante, lo sobrecogedor de su propia vida. El mundo paralelo se lo permite.
“EL RINCÓN DEL TIGRE AZUL”
Así se llama este libro que contiene este cuento y a cuatro más: “Clofi, el mono verde”, “Moby dick, la ballenita perdida”, “Los perritos faranduleros” y “Goliat y los tildes”.
La impresión que me dio “El rincón del tigre azul” mientras leía, fue sobrecogimiento. No voy a contarles estos cuentos, sino hablaré de mis impresiones, ya que el objetivo es precisamente que ustedes los lean. Al final podríamos conversar sobre la coincidencia o no de la impresión que cada uno de ellos les cause a ustedes.
Decía que “El rincón del tigre azul”, desde su nombre, me pareció atractivo. Es un relato con elementos míticos que permite al lector verdaderamente realizar un viaje al corazón de la selva y contactarse con su espíritu verde y húmedo lleno de misterios. Una escena de este cuento me pareció en cierto modo algo morbosa, sólo al continuar la lectura comprendí que todo aquello tenía lógica y sentido y me hizo pensar en cómo los “citadinos” juzgamos muy apresuradamente desde nuestros cánones occidentales la manera de vivir, de pensar y de actuar de pueblos originarios que para nosotros son totalmente desconocidos y para los cuales debemos resultar ser nosotros, unos salvajes. El tigre azul se deja ver en una “cueva que tenía una boca angosta, pero que se abría al ingresar. Estaba oscuro y casi se diría que adentro hacía frío, comparado con el calor de afuera”, dice la autora. En realidad se trata del espíritu protector de aquel pueblo perdido en la selva, el tigre, único ejemplar que fue llevado a aquellas tierras por comerciantes de la India que olvidaron llevar a su parejita. El tigre murió de tristeza y de soledad por falta de amor. Según la autora, “la pena y la nostalgia que sufría el pobre tigre provocaron que se volviera azul” y azul murió de tanta melancolía. Por eso, interpreta la autora, debe ser que, en inglés, se usa la palabra “blue” (que significa azul), para describir a una persona melancólica”. Considero que es posible que el tigre azul sea una representación del deseo, deseo que no se realiza pero que puede despertar cuando el huésped que entra en sus selvas, es bien recibido.
“Clofi, el mono verde” nos da sabias enseñanzas sobre cómo es posible no enfrentarse en las peleas, usando la inteligencia y no el instinto, y salir ganando. Lo interesante de este cuento es el uso de dichos populares, refranes que tienen en su condensado significado un valor de verdad.
Gladys, como ya dijimos, tiene por dónde viajar en la fantasía, ya que es una mujer femenina, culta y viajera en la realidad, así que eso de que ser “marimacho” para ser aventurera, lo desdice con su propia experiencia de vida. En “Moby Dick, la ballenita perdida”, el viaje se realiza a Alemania. Para el niño lector este cuento es una puerta al deseo de conocer esos parajes europeos de castillos y fortalezas y además es un cuento que llama a otro, que promociona la lectura como es la historia de “Moby Dick”, así como el cuento “Noa-Noa”, de “Qatari y Asiru”, el otro libro, en el cual nos habla de la pintura del francés Paul Gauguin y algunos datos de su vida. ¿Quién sería ese pintor? ¿Cómo serán esas pinturas que le gustaban tanto a Cecé? Se preguntarán los niños.
“Los perritos faranduleros” podría ser cuento de niños para niños. Una proyección de la vida adulta con personajes caninos en este caso. Gracioso y divertido.
El conflicto de los niños con las tareas aburridas de poner acentos en las esdrújulas como si fueran palabras descontextualizadas y sin música propia, se soluciona en el cuento “Goliat y los tildes”. Podría haber sido un cuento didactizante, pero la autora no pisó ese palito y lo convirtió en un recurso para que los niños pudiesen enfrentar ese problema con una solución mágica. Los tildes deciden divertirse jugando fútbol y al final, a la hora de dormir, colocarse en las palabras donde les corresponda estar.