UMA Y EL TESORO PERDIDO
Isabel Mesa Gisbert
Mariana Ruiz es una escritora que incursiona en la literatura infantil con una saga cuyo objetivo primordial es dar a conocer mitos, leyendas y tradiciones bolivianas a partir de un personaje con el cual los niños puedan identificarse. La autora afirma que le encanta escribir este tipo de historias, con magia y aventura, recuperando mitos originarios y hablando de las cosas cotidianas desde un nuevo punto de vista. Sin embargo, la saga de Uma, que ya cuenta con nueve relatos, tiene un valor agregado porque desde el primer libro estuvo concebida como un viaje a través de Bolivia con el objetivo específico de convertirse en una propuesta ecológica para los niños. Los lectores no solo se empapan de leyendas y tradiciones, si no que visitan lugares emblemáticos que apuestan por la conservación ambiental.
El protagonista es Uma, ayudante de un chofer de camión que viaja permanentemente. Si bien, la editorial clasifica esta saga dentro del género cuento, en realidad se trata de un grupo de novelas cortas, cuyo contenido está dividido en capítulos y que, además, mantiene un hilo conductor con un mismo personaje que va creciendo y madurando a medida que transcurren sus aventuras en distintas regiones del país. En cada una de las historias, Uma deja el mundo real y se sumerge en mundos fantásticos y surrealistas en los que adquiere habilidades inverosímiles como el poder hablar y entender a los animales, enfrentarse con la Vida y la Muerte, convertirse en un animal, ver a través de las personas o percibir los sentimientos de los objetos.
La autora comenta cómo surgió la idea de la saga:
“Uma es un amigo mío, Uma Vacaflores, que es pintor. Él me contó un sueño que tuvo, que es el argumento del primer Uma. Como estábamos en Camargo, Uma nace en ese lugar. Lo anoté en un cuaderno con tinta roja el 2005 y lo escribí en tres días el 2008. Lo presenté a editorial La Hoguera y desde entonces me ha ido muy bien. Uma y el tren a las estrellas se me ocurrió en un viaje a Oruro, de noche, mirando el cielo, y se lo mostré en borrador a Joaquín Cuevas. Él se animó a hacer una animación y ganamos un concurso el 2010, así que la línea gráfica de los libros se definió gracias a él y su equipo Corporatuns. Hace cinco años que trabajo con Román Nina (que era parte del equipo de Cuevas) y estoy feliz con cada resultado, es muy creativo y colorido.”[1].
La saga comienza cuando Uma tiene unos 7 u 8 años. “Este niño se llamaba Juan, como le había puesto su madre antes de morir, pero todos le decían Uma, que en quechua significa cabeza, porque era muy cabezón”[2].
Con este entrañable personaje de quien se han apropiado muchísimos de los niños bolivianos que siguen el trabajo literario de Mariana, la saga se inicia el año 2009 con Uma y el círculo mágico aventura en la que el protagonista se encuentra con la Vida y la Muerte y que se desarrolla entre Oruro y Potosí. En 2011 surge Uma y el tren a las estrellas, que es mi relato favorito, historia que ubica a Uma en Oruro con bellas tradiciones aymaras sobre el carnaval y el día de Todos Santos. En Uma y el guardián de los animales, del 2013, el niño deja la zona andina para internarse en el Chaco con leyendas y cuentos de los simba-guaraní que defienden la caza racional de los bosques. En 2014 publica Uma y la laguna encantada que se ubica en la región del Beni donde están los bufeos, mamíferos acuáticos que se desplazan desde el gran río Mamoré hasta las pampas de los Llanos de Moxos bañadas por el río Yacuma.
Mariana Ruiz utiliza el oficio del protagonista como pretexto para insertarlo en cada una de sus aventuras, lo que le da a la autora la posibilidad de que Uma viaje a través del país en el camión. Y haciendo caso omiso del factor tiempo, demuestra que en la fantasía éste no es importante. El lector se pregunta permanentemente, si el chofer esperará a Uma o, si de pronto, lo abandonará a su suerte, pues Uma vive aventuras que duran muchísimo. Pero cuando regresa, el chofer no parece haber sentido la larga ausencia de su pupilo.
Permítanme hacer un alto para analizar un elemento reiterativo de esta saga: las piedras que Uma recolecta en sus aventuras y que tienen un significado especial. La autora nos cuenta:
“Las piedras son un elemento importante. Algo tan ordinario, puede llegar a ser extraordinario. Por eso las piedras que pongo en mis obras son distintas. Algunas son pulidas, otras tienen color, y también están las que son de texturas específicas. Las piedras son capaces de hablar de la personalidad; muchas condensan en sí mismas la vida de las personas. Por eso Uma las recoge y las colecciona”[3].
Pero como no todo es eterno en la vida, llegando al Chapare, Uma decide que ya está cansado de ser ayudante de camionero y, tal cual el destino de la piedra azul, el muchacho cambia de trabajo y se va como guarda parque en Uma y la cueva de los murciélagos, del año 2016, que ubica su historia en el Parque Nacional Carrasco y las cuevas del Repechón en Cochabamba. Es allí donde viven los murciélagos, extraños mamíferos voladores, que son vitales para la conservación de las flores y frutos del lugar. En Uma y la tierra de los jaguares del 2017, la autora rescata parte del mito guaraní del sol y la luna en Pando donde Uma es contratado por su habilidad para rastrear jaguares. Uma y el fuego misterioso publicado en 2018, muestra la variedad de ranas que hay en Cotapata, Yungas. Y, finalemente, en Uma y el vuelo fantástico de 2019, al protagonista le toca ayudar a las aves del oriente que lo relacionan a la comunidad de los Yuracaré.
La saga casi llega a su final con el noveno libro Uma y el tesoro perdido que es el que nos concentra hoy a todos para su presentación. En su condición de guardaparques, Uma y Roger van al salar de Uyuni, en el departamento de Potosí, para registrar a los flamencos que se reúnen en la laguna colorada. Después de armar el campamento, Uma ve pasar a un zorro y decide seguirlo. Lo pierde de vista, pero él sabe donde encontrarlo. Aquí quiero detenerme en una preciosa frase que pone la autora para hablar de los animales:
“Los animales no caminan como las personas. Tienen sus propias rutas, sus senderos ocultos” (Pág. 13).
En medio del salar Uma se encuentra con un zorrino que trata de disuadir a Uma de encontrar al zorro porque siempre está metido en líos y para ello le cuenta una anécdota en la que, como de costumbre, el zorro queda mal parado. En ese lugar Uma encuentra una piedra lisa con un agujero al centro que se la guarda, como siempre. El zorrino muestra a Uma el camino que tomó el zorro, Uma ingresa en la abertura que lo conduce hasta una mina abandonada donde un puma malherido obliga al zorro Atoj a traerle comida a diario. Uma y Atoj son viejos amigos desde que se encontraron en una aventura en Cochabamba (Uma y la cueva de los murciélagos). Ambos, se enteran por la boca de un ratón de que hay un lugar oculto con mucha comida para el puma. El argumento de este noveno libro es saber si Uma y Atoj pueden lograr que el puma se restablezca de la debilidad de su cuerpo y sus heridas con la comida que Uma y Atoj puedan conseguir.
El texto está bien escrito y fluye sin problema a lo largo de los ocho capítulos que lo componen. El relato es ameno y divertido y el personaje del zorro está bien personificado como el animal embustero y farsante que al final de la aventura queda como víctima de sus propios enredos.
Es interesante ver como una vez más la autora apuesta por las piedras como amuleto del protagonista. Me ha llamado la atención y me ha parecido muy simpático, cómo de manera muy sutil Mariana Ruiz habla de algún libro de literatura infantil boliviana que hace referencia a los famosos cuentos del zorro y del cóndor poniendo en palabras de los protagonistas fragmentos del libro Mallku, de Gastón Suárez y renegando de Don Antonio Paredes Candia por haber dado a conocer todas las fechorías del zorro a los lectores.
Como en algunos de los anteriores libros, en la parte final hay un glosario con una variedad de términos que utiliza la autora a lo largo de las historias que tienen que ver con el lenguaje, la fauna, la flora y las tradiciones de cada lugar.
Dan color y fuerza a esta obra las ilustraciones de Salvador Pomar. El artista utiliza una gama de colores en tonos siena y terracota que imprimen a la obra con los colores propios del paisaje del lugar.
Solo me queda darle el último impulso a Mariana para concluir un sueño que tiene más de 10 años cuyo protagonista ya es parte de la imaginación de muchos niños bolivianos. Mucho éxito a Uma y el tesoro perdido.
Autor: Isabel Mesa Gisbert
Publicación: Presentación marzo, 2021.