"YO QUE TÚ", OTRA AVENTURA DE CLAUDIA ADRIÁZOLA

"Yo que Tú”

 

Otra aventura de Claudia Adriázola

Rosalba Guzmán

Esta vez, Claudia Adriázola, sin abandonar su preferencia por las novelas de aventura para niños,  nos sorprende con “Yo que tú”.

 

Novela de literatura infantil que recupera la frescura, el sabor y las huellas que la infancia deja, no solo en el recuerdo sino en el paladar.

 

Esta es pues una novela que conserva el lazo entre los abuelos y los nietos. A pesar de que los abuelos de hoy ya no son como los de antes, los de esta novela sí lo son; es decir, tienen la magia de los antiguos abuelos, esencialmente, de las abuelas. Esa magia mezcla de ternura y cierta autoridad, con la habilidad para cocinar rico, para inventar sabores y  ofrecerlos como los más poderosos tesoros para sus nietos.

 

Con la descripción de aquellas delicias, la autora lleva al lector a recuperar colores, sensaciones e incluso recuerdos que abren la compuerta de ese placer oral.

 

Nicolás, el protagonista, es un niño de 11 años como cualquier otro y al mismo tiempo, como ninguno. Tiene una abuela que hace deliciosas tortas, postres y merengues y por eso cuida mucho su recreo. No le gusta estar invitando por ahí su refresco o los deleites que lleva como merienda.

 

Nicolás tiene amigas y amigos. No es un niño bueno, ni malo, fantástico ni miserable. La autora cuida el perfil de sus personajes de tal modo que sea posible para los lectores identificarse con ellos. Nicolás es egoísta y un tanto melindroso, pero tiene un don muy original, que la autora resalta. Nicolás sabe escuchar.

 

Poner en un libro de literatura infantil una cualidad tan importante, es algo llamativo y original. Por lo general lo que los adultos piden a los niños en edad escolar es que sean buenos estudiantes, así ellos para ser “bien vistos” también en sus fantasías catalogan como bueno ser buen estudiante, y no ser estudioso, como uno malo. Así de simple suele ser axiología cuando los adultos hablan de sus hijos. En especial hasta los 11 años porque después el orden simbólico cambia y a los adolescentes del siglo XXI, les parece un verdadero desprestigio ser un “corcho” como ellos suelen llamar.

 

Bueno, Adriázola sale del tema y pone como cualidad fundamental de su personaje el saber escuchar. Llama la atención que la abuela y los adultos nada tienen que ver con eso, es más bien un extraño personaje que le depara  un tesoro. Una máscara, que a decir de la autora se acomoda tan bien a la piel, que se convierte casi en la piel misma.

 

Rasgo identificatorio, que permite pensar que Nicolás de algún modo aprendió a escuchar de los demás. ¿De quién? Solo Claudia lo sabrá; algo de su propia experiencia posiblemente esté saldada en esta obra¸ pero no es asunto nuestro meternos en la vida del autor; sí de sus personajes.

 

Nicolás, tiene una amiga que siempre se mete en sus asuntos, come los deliciosos bocaditos de la abuela, y es capaz de tomarse un trago del delicioso refresco de su amigo. Algo de esta niña invade, rompe la estructura defensiva de Nicolás y sin ser demasiado respetuosa de sus remilgos se acerca cálidamente a él.

 

Con la máscara, Nicolás agudiza su sensibilidad para escuchar, y escuchar es compartir, es comprender, es acompañar. Esa máscara es solo el mismo rasgo más afinado que el niño tiene. En realidad es su propia piel.

 

Lacan dice que cada quién tiene una modalidad de goce; el goce es aquello que va más allá del principio de placer. Algo ligado a la pulsión. La modalidad de goce de este Nicolás es la escucha. El meterse en el meollo de los sentimientos de los otros, de aquellos a quien quiere y de quienes descubre la necesidad que tienen de compartir su verdad.

 

Escuchar humaniza a Nicolás, y le da poder; un poder que viene del conocimiento, un poder para ser mejor persona y controlar sus mismas reacciones con los otros. Queda en cuestión el hecho de que los otros sean  tan íntimamente explorados sin participar de ello. ¿Y si alguien, con solo tocarte podría escuchar tus pensamientos, explorar tus sentimientos, reconocerte en aquello que no se ve, que no se dice, que se disimula o se oculta? Ese poder felizmente solo lo tiene Nicolás.

 

Cuando conocí a Claudia Adriázola,  algo parecido me ocurrió, supe, con solo rozarla que era una escritora alegre, exploradora de la vida, interesada en los niños y sus historias; sería que yo tenía la máscara de Nicolás?....

 

Mis mejores deseos de éxito para ella y para esta obra.

 

 

Autor: Rosalba Guzmán Soriano

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