Escritora cubana
Siempre la cuentística para adultos de Onelio me recordó el viejo placer que en tiempos de mi infancia y adolescencia me provocaban las veladas familiares en torno a la radio con aquellos programas que nos suspendían temporalmente el sentido de la realidad con su magia narrativa de aquellos orígenes ya perdidos en la noche del tiempo, y que sin duda alguna marcaron la génesis de la radionovela en todo el continente latinoamericano. De esas sagas resultaron inolvidables los recuerdos de las páginas sonoras de “La novela del aire” y “Tamakún, el vengador errante”, entre tantas otras series que marcaron a mi generación y la posterior. Y no es casual que así fuera, pues él escribió para la radio en esta época emblemática.
No pretendo hacer énfasis en un sentido crítico a este viaje sentimental que asocio a la cuentística de OJC para la infancia, pues la misma como toda su obra está asentada por una reconocida validez en cuanto a sus méritos artísticos, su particular cubanía y su estilo inconfundibles del cual sin proponérselo hizo el autor una mitología criolla muy peculiar. Pero sucede pienso yo que su obra es tan poética en el tratamientos de su diversidad temática, y en la singularidad de sus giros idiomáticos, en sus mensajes y trasfondo dramático o lúdico, según, que no puede menos que suscitar nostalgias y recuerdos en muchas personas a través de ese espejo elocuente y vivencial de la infancia. Es así porque remueve esa agua pasada o paraíso perdido que permanece siempre dentro de nuestra memoria. Y es que su narrativa tan personal provoca remembranzas capaces de entregarnos en su conmovedora dimensión humana y artística la proximidad a una Jauja tropical campesina muy sui generis con sus verosímiles fábulas consteladas de sinsontes, tojosas, lechuzas ambiciosas, cangrejos voladores, cigarras líricas, pichones navegantes, murciélagos filósofos y “majases” tan manipuladores y prepotentes a los que con razón llama “serpentas”…y todo ello con un fresco olor a clavellinas y a romerillo silvestre.
Yo tuve la suerte de estar cerca de él durante los últimos años de su vida, y en especial a finales de los setenta, cuando él representó a nuestro país en Perú como agregado cultural, etapa en la que mantuvimos un epistolario cómplice en cuanto a nuestras aspiraciones comunes referidas a la LIJ cubanas. De esa época recuerdo su gran sentido del humor cuando narraba experiencias personales, como cuando al contarme que había visitado una función de ballet en Lima le pregunté si la había disfrutado. Me respondió: “los encontré algo trotoncitos.” Claro tenía demasiado cercanos sus recuerdos de nuestro Ballet Nacional, y ese calificativo no podía ser más gráfico y gracioso como respuesta. También recuerdo que a menudo contaba una anécdota de su relación con el hijo pequeño de un amigo al que una noche antes de acostarse le había improvisado un cuento cargado de diminutivos, que éste había rechazado burlándose de los mismos. Era su prueba personal más fehaciente contra el uso edulcorado y la subestimación que a menudo se abusa en la literatura destinada al lector infantil, demostración elocuente del desconocimiento que muchos escritores tienen de esa instancia humana tan especial. No por gusto existe una famosa y lapidaria frase: “Denme los primeros cinco años de la vida de un niño y les cedo el resto”, que a menudo es citada anónimamente.
Caballito Blanco, el único libro de cuentos para niños que escribiera (aparte de su noveleta Negrita) aporta a la literatura cubana una brisa, unos vientos alisios que borran remanentes de corrientes desfasadas en cuanto al relato infantil. Este título es un reto en sí mismo, es la demostración cabal a sus colegas del género, de que cuando un escritor transita por la madurez de su oficio está más capacitado que nunca antes para adentrarse por el más polémico de los caminos de creación: el discurso infantil, de engañosa sencillez. Onelio demuestra no estar prejuiciado en modo alguno hacia este azaroso sendero tan secularmente ignorado y olvidado en nuestra cultura no sólo cubana sino latinoamericana, salvo el ejemplo de La Edad de Oro de nuestro José Martí y otros poquísimos autores. Al contrario, nos regala con amor del bueno una media docena de cuentos que ya pueden considerarse como clásicos, en los que se destacan cual sarta de colorines los más variados y singulares personajes surgidos de lo más hermoso y auténtico de la flora y la fauna cubanas. .
Precisamente a espacios como los referidos de nuestra naturaleza, que tan bien conocía y admiraba están dirigidas sus acertadas historias. Nuestro cuentero mayor deviene en fabulista recreador de lo mejor de nuestra tradición convirtiéndola en mitología criolla. Animalitos aparentemente insignificantes de la campiña cubana devienen en héroes de sus aventuras encarnando temas tan apasionantes como el menosprecio y la persecución del artista por su singularidad; la maldad escudada en el engaño que se desenmascara ante la inocencia; la inconformidad con la condición natural recibida al nacer que se logra superar gracias a la voluntad, el coraje, y la disciplina; la eterna lucha entre el bien y el mal y el triunfo de la bondad inteligente que derrota a la maligna soberbia; y, por último, el polémico tema del inconformismo y la mente amplia frente a las convenciones establecidas, ya inoperantes por su rigidez. Y lo mejor: que esos temas tan serios en sus narraciones se convierten en interesantes, divertidos, asimilables y amados por el pequeño lector que recibe de tan graves asuntos su carga de humor, ternura y simpatía.
El autor de Negrita (su otro libro destinado a la infancia, una noveleta) triunfa nuevamente en su discurso narrativo gracias a su amplia experiencia en afortunadas incursiones por las venturas y desventuras de la campiña cubana. En ellas siempre supo mostrarnos lo inefable de su entorno, gracias a la ternura de su personal talento, y a su sentido poético que tanto supo ahondar en lo popular de su tierra, a la par de su incansable denuncia ante la miseria e injusticia social que la asolara en otros tiempos, por suerte ahora superados. Y no hemos dicho aùn algo esencial de su prosa: esa capacidad suya de captar al dedillo la lengua y el habla de su pueblo en sus esencias más puras, nuestro modo de enfatizar, la inflexiones del español-cubano, la singularidad con que solemos expresarlo. OJC supo siempre usar los giros de esa cantera para hacer una obra que no cesa de asombrarnos por su sencillez y espontaneidad, que nunca incurren en populismos ni en falsedades ni concesiones. Porque rastrear en lo oral e idiosincrásico, cuando él lo hace, no es redactar un “patois” criollo, ni caer en el facilismo o el adocenamiento lingüístico; todo lo contrario, es rescatar lo más hondo y genuino de nuestra lengua, constantemente enriquecida por el habla popular. (2)
Comienzo por el índice de Caballito Blanco, para pasar después a su temática y aspectos formales, de manera de demostrar lo anteriormente expresado. El primer cuento es el que da título al libro, los restantes son: “El cangrejo volador”, “Los tres pichones”, “El canto de la cigarra”, “La serpenta”, y “Pájaro, murciélago y ratón”. Ignoro la razón por la cual el autor omitió en aquí su precioso cuento anteriormente publicado “La lechuza ambiciosa”, que bien merecía aparecer en este título, y en cualquier antología. Lo lamento, pues es una inolvidable estampa también ya clásica, que huele a gota de rocío, y a los orígenes del “había una vez” de nuestra Isla mágica y es, además, una de sus más encantadoras fábulas.
En “Caballito Blanco” sus personajes centrales son el propio “Caballito” y el niño Alejandro: un caballito filósofo y poeta, que cabalga siempre al trote de la imaginación y el sentido común, el menos común de los sentidos, y un niño medio inválido, que es atendido con cariño pero sin eficiencia por su tía y su médico. Estos dos personajes secundarios aparecen al comienzo y en el desenlace de la historia. El autor los utiliza para enjuiciar la demasiado frecuente conducta anquilosada de muchos adultos en su mundo de relaciones con los niños, tema que mucho le inquietaba y que aparece como una constante en sus cuentos, ahora en éste, el único de protagonismo humano en el libro, pues el resto son fábulas. “Caballito Blanco” comienza con una de esas frases con mucho “duende”, que logran mantener en vilo al lector durante el resto del relato y que son tan características en la obra oneliana: “Era, primero un carrusel, o un niño primero y un carrusel después. Nunca se sabrá.” La trama posee una estructura lineal que ayuda a la comprensión del tema y a hacerlo accesible al niño en sus coordenadas de realismo y ficción, combinando equilibradamente ambas dimensiones. El paisaje revela con espléndido colorido nuestros campos, los montes de guayabas, el rocío en las hojas y las hierbas, los pájaros en sus variados trinos y arcoiris de colores, “los caracoles con sus tarritos afuera andando a resolver sus asuntos, (…) las flores silvestres de las lomas que nadie pone en búcaros, como si sólo fueran bonitas las rosas y las flores de jardinería, (…) las gaviotas (…) y el baño de mar en sus aguas, bien en cueros, como había venido a este mundo tan falto de caballitos blancos…”(3) El personaje central, un nuevo “pájaro azul”, evidencia simbólicamente la necesidad de liberar la imaginación y de permitir sus vuelos al país de las maravillas, también el reclamo de lo espontáneo y placentero como realistas soluciones a ciertas crisis existenciales. “Cuando vayas contento no te importe a dónde vayas”, y “bueno, si te alegra, ¿qué daño puede hacerte?”, son frases claves que remiten a la sabiduría y a la intuición del autor, quien comprende por su propia experiencia que lo fundamental de este cuento es el viaje iniciático motivado por la crisis, a través de una aventura, la necesidad del héroe de correr mundo y descubrirse a sí mismo en el miedo, en los confines del paisaje. Viejo mito latente en toda la tradición oral, que nuestro cuentero mayor utiliza como travesía que le permite a Alejandro encontrarse a sí mismo, recuperar la autoestima y alegría de vivir, y por ende, curarse. Después vemos salud y sonrisas en lugar de inmovilidad y tristeza, y no hagas esto ni hagas aquello porque puede hacerte daño. El médico “bueno, viejo y sabio”, sólo acierta a exclamar con su ego sorprendido y cierta suspicacia ante lo impredecible de la vida: “¡Contra! ¡Increíble!¡Pues sí que son buenas estas medicinas mías! (4)
“El cangrejo volador”, fábula que le sigue, establece un contrapunto entre la tradición y la aspiración individual, una vez descubierta su dificultad de ser y su necesidad de trascendencia. Los diálogos aquí ahora son deliciosos. Están elaborados con la sencillez del estilo oral de narración y con la economía y naturalidad que son constantes del autor. “¡Bonito que te está quedando el pozo ese!” es la frase detonante en la conciencia del cangrejo, en su condicionamiento conformista, que le lleva a cuestionar los cimientos de su casa y a poner en duda su razón de ser como crustáceo, incitándolo al ejercicio de su voluntad de poder hasta entonces reprimida. La paloma torcaza, considerada en su entorno como una loca por lo revolucionario de sus postulados, introduce el germen de la duda que permitirá la metamorfosis de su amigo el cangrejo, a quien el éxito coronará “con dos alas encendidas como las plumas del tocororo –nuestra ave nacional—ante el asombro de los pusilánimes del monte.
“Eran tres pichones de pájaros carpinteros y ninguno de los tres estaba dispuesto en manera alguna a hacer vida de pájaros.”(5) Así comienza “Los tres pichones”, la tercera fábula del libro y la más audaz y polémica en sus planteamientos. Estas tres criaturas están en desacuerdo con su destino de aves, y deciden abandonar su nido e irse como marineros a navegar por los mares del ancho e ignoto mundo. La madre no puede comprenderlos y, aunque se les opone exigiéndoles obediencia, ellos deciden realizarse en lo que consideran sus legítimas aspiraciones. Al quejarse la madre pájara carpintera al zunzún, su sabio amigo, éste da la razón a los hijos y argumenta: “Lo malo sería que ellos estuvieran haciendo algo que no quisieran hacer. Eso sí les dañaría aunque vivieran a tu lado. Con el tiempo no serían más que unos pichones tímidos y tristes.”(6) Planteamiento que revela el respeto del autor hacia la vocación por lo que ésta implica de amor hacia las más auténtica aspiración individual: la autorrealización. El desenlace, después de innumerables fatigas que ponen a prueba la voluntad de los héroes –en las que nunca deja de estar presente su cubanísimo humor--, es risueño. Ellos terminan por regresar con sus gorras de capitanes a buscar a su querida mamá y a saludar al zunzún, que ”continuaba libando las mieles más secretas del monte”. (7)
La soberbia castigada es el leit motiv de “La serpenta”, cuyo título es en sí mismo una ironía por parte del fabulista, y un coloquialismo sacado de una frase de un niño de la Sierra Maestra, según expresa el exergo que lo antecede. Las peripecias del susodicho personaje “con sus pequeños ojos verdes, su lengua de dos hilachas y sus escamas plateadas a todo lo largo del cuerpo”, que sólo podía verse “al atardecer, cuando el sol se iba a dormir y una luna redonda asomaba su careta por encima del zapote”(8) y a quien encantaban los negocios, están investidas de comicidad e ingeniosas ironías, que facilitan el desarrollo intelectual del pequeño.
El tema de la soledad y la necesidad de comunicación es inherente a “Pájaro, murciélago y ratón”. Y de ese modo…”Pues resulta ser que, un día, el murciélago, que andaba como huérfano en este mundo, determinó hacerse una familia a quien daría su calor y recibirlo a la vez, por no andar solo y disperso por los campos.”(9) La odisea del murciélago durante este periplo sentimental le descubre no pocos egoísmos y miserias de parte de sus supuestos parientes. Las vivencias confrontadas en la búsqueda de su identidad le conducen a situaciones insólitas y a acertadas reflexiones.
Y ya sólo nos falta referirnos a “El canto de la cigarra”, uno de los más hermosos y logrados de este libro. Encantador por la forma tan coloquial en que está narrado y por sus aciertos líricos y la originalidad con que recrea, y contemporaniza, enriqueciéndolo, el tema de la vieja y clásica fábula “La cigarra y la hormiga”, tan injusta y unívoca en su moraleja, ya obsoleta para nuestros tiempos. OJC reivindica a la cigarra-artista y maneja con justicia poética la importancia de su trabajo creador en la sociedad. El mensaje está dado indirectamente, entre líneas, implícitamente, que es la forma más efectiva de llegar a cualquier ser pensante, en este caso a los niños, tan subestimados históricamente al respecto en el mundo de la literatura.
LOS LECTORES TIENEN LA PALABRA
Coordinadora técnica del proyectO
Nueva Guatemala de la Asunción, diciembre de 2017
Estos últimos puntos, se convierten en temas complejos a tratar, porque a pesar de que existen investigaciones que remiten a la producción de libros para la infancia guatemalteca desde el siglo XIX, este acervo no fue conservado y tampoco hay mucha difusión sobre lo investigado. A esto se suman, por otro lado, otras deficiencias que van desde el desconocimiento, por parte de investigadores, especialistas, profesores, bibliotecarios y otros mediadores del acervo literario nacional disponible, de los aspectos históricos, teóricos y metodológicos para estudiar la literatura infantil y juvenil (LIJ), así como para poder desarrollar estrategias de promoción de lectura y escritura. El mismo desconocimiento lleva a afirmar que el subsistema literario no existe en el país y que tampoco hay escritores o ilustradores que produzcan textos para la infancia. Lo que consecuentemente ha sido un obstáculo para el diseño de programas y políticas nacionales de lectura que permitan dar soluciones a la crisis de la no formación de hábitos de lectura y escritura en los niños, adolescentes y jóvenes.
En ese sentido, se propuso la ejecución del proyecto “Fomento a la creación de libros de literatura infantil y juvenil de Guatemala” que tuvo como objetivo principal fomentar la participación de escritores, ilustradores, diagramadores y editores de libros de LIJ de Guatemala para promover la elaboración de libros para la infancia. Los resultados del mismo tendieron a generar oportunidades en el campo de la industria del libro y a valorar tanto la LIJ como la promoción de la lectura en Guatemala. Así como a promover una cultura de paz comprometida con la difusión de los derechos de la infancia y la oportunidad de construir su identidad a través de los libros literarios en una sociedad multicultural y plurilingüe como Guatemala. Se insiste en la LIJ, ya que ésta como modalidad literaria que es, posee criterios sobre la estructuración de lo literario, el aspecto connotativo del relato y de relación en los niveles de vocabulario y sintaxis. Aspectos estéticos que no son diferentes a los de toda Literatura. Pues, es a través de ella el niño infiere la cultura y la historia de su pueblo y al tener la característica de presentarles el mundo por medio del estímulo que ejerce sobre su imaginario por medio del lenguaje escrito y oral generado en las diversas formas estéticas representadas en la poesía, cuento, canciones de cuna, rondas, trabalenguas, adivinanzas y otros más, contribuyen a que produzca sus propias representaciones de mundo, ayudándole, igualmente, en la formación de símbolos y en la construcción de su propio sistema de conocimientos lingüísticos. Al mismo tiempo, le otorgan la posibilidad de sumergirse en otras realidades que van más allá de sus experiencias cotidianas y rutinarias, a la vez que les muestra otras tantas caras del mundo.
En otras palabras, la literatura como un todo permite al lector recrear su propio mundo, a razonar sobre su vida, valorar sus actos y generar sus propias ideas siendo crítico y reflexivo. Al mismo tiempo, se convierte en un espejo que le permite ver al Otro e ir construyendo su identidad. Por su parte, la literatura infantil y juvenil, como arte, sirve para satisfacer la necesidad de ficción y fantasía en el ser humano, sus obras traen implícitas las experiencias de vida, el bien y el mal en un sentido amplio.
El proyecto se desarrolló en cinco etapas a través de la realización de los siguientes talleres: de escritura creativa, de ilustración, de edición, de diseño y diagramación, así como una conferencia y taller internacional de ilustración de libros de LIJ. Al finalizar la ejecución del proyecto se capacitó a ocho escritores, veinticinco ilustradores, cinco editores y seis diseñadores-diagramadores en aspectos relacionados a la elaboración de libros de LIJ de Guatemala, permitiéndoles, entre otras cosas, visualizar oportunidades de emprendimiento cultural en el área de la industria editorial del país. Como resultado de este trabajo se publicaron diez e-books de LIJ de Guatemala que se implantaron en la página [http://www.coleccionguatemalainfantil.com] desde donde se tiene la oportunidad de una difusión y divulgación amplia.
Desde esa perspectiva, entonces, proyectos como este contribuyen al fortalecimiento de la industria cultural, al acceso democrático de textos para su lectura y a la concientización sobre las oportunidades que ofrecen la LIJ y las tecnologías digitales en la promoción de la diversidad de las expresiones culturales del país (maya, xinca, garifuna y mestiza). Y, de ahí, que sea muy importante promover la formación de escritores, ilustradores, editores y diagramadores guatemaltecos. Además, sirve de estímulo para procesos de promoción de lectura.